El Málaga CF ha tomado el camino de Segunda División a velocidad de vértigo. Así de crudo y triste tras la cara mostrada durante la dura derrota del equipo en Mendizorroza ante el Alavés (1-0). Sólo un milagro, un cambio drástico tras el parón navideño y medidas contundentes pueden hacer que este equipo vire de rumbo y se agarre a una permanencia que por actitud y sensaciones parece lejana. Aunque no por puntos, ya que hoy se levanta a los mismos cuatro de distancia de la salvación con los que empezó la jornada.

Porque los argumentos de Míchel ya se han agotado. Su mano, sus ideas y su trabajo han fracasado estrepitosamente en una temporada que venía ya viciada desde verano. Una situación en la que nadie en el club ha estado a la altura y ha dejado que el equipo esté, además de con 11 puntos de 51 posibles, con síntomas de enfermo terminal desde que empezó la temporada.

Muchos son los culpables y pocos los que asumen la responsabilidad. El jeque, Arnau, Míchel y los jugadores, que han visto en la defensa de su entrenador el parapeto perfecto para evitar las críticas. Todos han dejado que el enfermo pase de estado grave a crítico en pocos meses. Ha tenido amagos de recuperación, pero a poco que refresca y vienen mal dadas, el equipo se desmonta y muestra todas las carencias que cualquiera, incluso sin saber mucho de fútbol, auguraban en verano.

Y es que lo de ayer en Mendizorroza fue un ejemplo más de una incapacidad manifiesta. Una sucesión de inoperancia, ineficacia, falta de ideas y físico alarmantes. Un equipo que solo cree en su entrenador de boquilla y que se aferra a su continuidad por pura y triste comodidad.

Solo hace falta mirar al bando contrario ayer para comprobar que cuando se ha tocado fondo, como ya hizo el Alavés en su día, se necesitan cambios drásticos. El cambio de entrenador no siempre es una solución, pero a veces la incapacidad del técnico es tan manifiesta que obliga a tomar la decisión. Al Alavés le pasó hasta con dos entrenadores esta temporada antes de la llegada de Abelardo. Zubeldia y De Biasi fracasaron en el cargo, dejaron al equipo echo unos zorros y al equipo vitoriano no le tembló el pulso. Ahora, con Abelardo, el equipo suma nueve puntos de 12 posibles... ¿ventajismo? Quizás sí, pero la maldita inacción continua de Al-Thani y, por ende, de los que trabajan para él, no ha permitido ver ideas nuevas en una plantilla que carece prácticamente de todo.

Ahora la pelota está en el tejado de Husillos, que tiene ante sí la obligación de tomar la primera gran decisión desde que regresó al club. La continuidad de Míchel es insostenible si se pulsa en frío o en caliente al malaguismo, pero si el argentino también lo considera así deberá convencer al propietario fantasma.

Y es que la puesta en escena del Málaga ayer en Mendizorroza pone a las claras que el ciclo de Míchel en Martiricos ha tocado a su fin. Desde la «raruna» alineación, pese a las numerosas bajas, a la falta de ideas durante el choque conforme la tragedia se consumía. Solo la falta de gol de Munir, que tuvo cuatro ocasiones clarísimas de gol ante Roberto antes de meter el único tanto que brilló en el marcador, evitó una goleada ante un rival directo que fue mucho mejor. Sin paños calientes.

El Alavés sí sabe a lo que juega pese a tener un equipo también muy limitado. Con sus pocas armas y el empuje de su afición arrinconó a un Málaga que aterrizó en Mendizorroza sin ninguna fe en rascar nada positivo.

Es difícil cuando no se cree en lo que se trabaja y las piernas encima no dan más de sí. Porque el Málaga ataca con menos desparpajo que un «nerd» ligando con la modelo Gissele Bundchen y arma jugadas con menos velocidad que el McLaren de Fernando Alonso. El estado físico de Kuzmanovic, la incapacidad de Rolón o Cecchini, mantener a futbolistas que no dan el nivel de Primera o la descompensación en varias líneas del equipo son asuntos en los que Míchel no es culpable directo, pero sí cómplice. De esos barros, estos lodos. Y el Málaga con pinta de Segunda División si el club no frena la caída libre con determinación.