Once puntos en 18 jornadas, penúltimo en la clasificación de Primera, a cinco puntos de la salvación y con un equipo que ni juega al fútbol ni invita a una resurrección súbita. Cualquier creencia en este Málaga CF pertenece ya al mundo de los deseos. O de los sueños imposibles. La afición malaguista ya está harta, cansada. Y estalló el lunes por la noche, en un gélido partido, con el peor aforo de La Rosaleda en la última década. Despidió al equipo a gritos de «Jugadores, mercenarios», le pidió a la propiedad que abandonase el club y entonó a coro el «Míchel, convertido ya en cancioncilla recurrente en los últimos partidos en Martiricos.

El jeque Al-Thani ni siente ni padece y, su dejación de funciones, mantiene a Miguel González del Campo «Míchel», al frente del banquillo. El técnico llegó al Málaga CF en la primera semana de marzo de 2017, sustituyendo a Marcelo «Gato» Romero, sacó del pozo al equipo y le mantuvo en Primera División, ganándose el crédito de club, plantilla, afición y prensa. De junio a enero, su credibilidad se ha agotado. Y, cuestionado públicamente sobre su continuidad y si piensa dimitir, vista su incapacidad, de momento, para levantar al equipo, su respuesta es recurrente.

«Si tú tuvieses la información que tengo yo, no te irías. No es una situación que sólo abarque al mal trabajo del entrenador. Suponiendo que sea el entrenador, como pasa, el máximo culpable, también es el máximo responsable cuando salvó al equipo. Yo no pongo excusas, los resultados son malos pero los jugadores se entregan, y no dan más».

Míchel no va a dimitir porque, más allá del tema económico (sus cuentas están bien saneadas) está convencido de que, con una plantilla competitiva, con otros jugadores y si se hubiese fichado bien en verano, a pesar de la desbandada de la columna vertebral del equipo (Camacho, Fornals y Sandro), el equipo estaría mucho más arriba, sin pasar apuros clasificatorios. Y su demostración, en su fuero interno, es que con el equipo del pasado curso él fue capaz de remontar la situación y acabar la Liga en una confortable undécima plaza, con 46 puntos.

Él se ve capacitado para ser más competitivo con una plantilla diferente, con tres o cuatro cambios. Y por eso espera la llegada de nuevos futbolistas. Sin ir más lejos, explicó el lunes por la noche que, a pesar de todo, él sigue siendo «el mismo entrenador» que salvó al equipo y puso el ejemplo de Manuel Iturra, que incluso brilló dentro de la mediocridad general. «Soy el mismo entrenador del año pasado. Mi competencia es, hasta un límite, mejorar la plantilla. Yo me limito a hacer mi trabajo. Tenemos que mejorar los recursos (los futbolistas). Iturra ha sido de los mejores del equipo y vino siendo muy discutido. Estamos ajustándonos y mucho en la situación económica. Si le damos una vuelta a la plantilla, con éste u otro entrenador, vamos a mejorar», relató Míchel, poniendo el foco exclusivamente en la baja calidad del equipo con el que cuenta.

El comienzo de todo

Al acabar la pasada temporada, el entrenador salió reforzadísimo y esperaba tener mayor protagonismo a la hora de edificar la plantilla para este curso 2017/18. Su gozo en un pozo... Justo el mismo día que comenzó la pretemporada, el Wolfsburgo alemán vino a por Ignacio Camacho. Pagó 15 millones de euros por él, casi su cláusula de rescisión. Fue un palo porque Míchel contaba con la salida de Sandro, que abonó los seis millones de su cláusula para marcharse al Everton inglés, una vez que se frustraron otras operaciones, como Atlético de Madrid o Sevilla, pero confiaba en retener al resto del plantel. Aunque, la salida más dolorosa para él, por lo inesperado, fue la de Pablo Fornals por 12 millones al Villarreal, en pleno stage de pretemporada.

34 millones en ingresos

El Málaga recaudó la friolera de 34 millones de euros en todas esas operaciones. Muchísimo dinero... si se gasta bien. Francesc Arnau tiró de libro de manual para recuperar de nuevo al serbio Kuzmanovic, operado de Aquiles, un jugador que dejó detalles y que no tiene físico para jugar en Primera. Lo que colmó la paciencia y minó la moral del entrenador del Málaga fue el cambio de rol de Abdullah Bin Nasser Al-Thani en el capítulo de fichajes. El jeque intervino directamente en dos contrataciones, Arnau hizo mutis por el foro agarrándose a su sillón de «mando» y Míchel montó en cólera porque incluso él ya había apalabrado, personalmente, la llegada de Javi García. El «no» fichaje del centrocampista del Zenit San Petersburgo por una cantidad irrisoria fue la primera gran bronca, tanto pública como privada, de Míchel con Al-Thani.

Incluso el propietario del Málaga usó su cuenta de Twitter para explicar los motivos por los que no fichaba al centrocampista del Zenit, tras una polémica rueda de prensa de Míchel. «Tenemos el asunto de Javi García porque no pensábamos perder a Camacho y Pablo Fornals. Estamos esperando que alguien apriete el botón», presionó Míchel en su intervención pública, a comienzos de agosto. Javi García era su hombre. Un futbolista hecho, curtido, experto, de nivel y que era un recambio muy potente por Camacho. Pero el jeque contragolpeó en su cuenta de Twitter: «Con todos mis respetos al jugador, Javi García no es nuestro objetivo». La «guerra fría» entre propietario y entrenador ya era de dominio público.

El jeque, a través de intermediarios diferentes a Francesc Arnau (convertido en marioneta), formalizó los fichajes de los argentinos Rolón y Cecchini. Por este último pagó 4,6 millones de euros. El desenlace de la historia ya la conocen: Cecchini ya está en México, cedido. Míchel no le dio oportunidades. Tampoco Rolón, centrocampista procedente de la Segunda División argentina es del agrado del míster.

Con el equipo totalmente descosido, roto por las lesiones, en un clima de inestabilidad, con una plantilla de mucho menor nivel, el Málaga ha deambulado en esta primera parte de la Liga. Y Míchel no ha estado a la altura. Pero él está convencido de que, con otras «herramientas», será capaz de sacar al Málaga adelante. Tal y como hizo el pasado curso. Ya tiene en Málaga a Iturra y al delantero Alberto Bueno, motivo del último conflicto con el jeque. Más de una semana ha tardado el propietario en firmar la documentación. Si Bueno tuviese otra «novia», ya hubiese volado. Como ha ocurrido con otra docena de jugadores antes. Su pasividad es destructiva. Y el sueño ahora de Míchel es recuperar a Sandro, para el que el Málaga va a tratar de liberar masa salarial. La marcha del central francés Paul Baysse va en esa línea. Porque a Sandro se le caen las opciones. Ni Valencia ni Villarreal ni Sevilla. El tema es si Míchel tendrá tiempo o si sus horas en el Málaga ya están contadas y el jeque tomará, al fin, cartas en el asunto.

La nueva derrota del equipo ante el Espanyol prevé una resolución del contrato más pronto que tarde. Sin la confianza ya de la propiedad, con el Getafe a sólo dos días vista, ahora todo depende de un milagro. Ahora es una cuestión puramente económica. Entre el sueldo que le resta por recibir de aquí a final de curso y el finiquito del despedido la suma ronda el millón y medio de euros. Una cantidad de la que el club no dispone y que debería negociar con Míchel. A esto hay que sumarle que el fichaje de un nuevo técnico implicaría una nueva inversión, y el Málaga está ya al borde del límite salarial. No pinta bien para el míster, incapaz de sacar el mínimo exigible a esta plantilla, por mucha bajas que tenga. Aunque él esté convencido de que presentar su dimisión irrevocable, tras la purga en «su» plantilla y los malos fichajes del jeque «fichador», no es una opción.