Competir: «Dícese de estar [algo o alguien] en condiciones de ser comparado con otros, por poseer una determinada cualidad en grado igual o semejante a estos». Esa palabra, competir, e inculcársela a los suyos a fuego, ha sido una de las principales tareas de José González durante sus primeros nueve días al frente del equipo. Más allá de sistemas, de nombres y otras perogrulladas del fútbol, este equipo necesitaba competir y creer que puede competir.

Y así lo certificó ayer en Ipurúa, donde el Málaga sacó un empate de raza en un encuentro donde pudo pasar de todo. Hay motivos para creer en la permanencia si este es el Málaga que vemos a partir de ahora vive los partidos igual que el de anoche. Son seis puntos los que le alejan de la permanencia, dos partidos que no es un mundo si se cree y, sobre todo, se compite. Cosa que hasta ayer no se había visto en este equipo.

Por que es curioso lo que puede cambiar la mentalidad de un grupo cuando se toca la tecla adecuada. El Málaga, con una idea clara y concisa, velocidad y balones al espacio para que En-Nesyri, jugó los mejores minutos de toda la temporada en el primer partido de la segunda vuelta, con los mismos 11 hombres que fracasaron estrepitosamente la pasada jornada en Getafe y propició el despido de Míchel.

Si esta es la idea de José González, me vale, porque al menos ya sabemos a que juega el Málaga y los recursos que puede explotar con más o menos tino.

A la espera de más fichajes, esto es lo que hay y el punto de ayer en tierras vascas, en un campo donde pocos rascan algo, tiene que verse como positivo. El Málaga tuvo contra las cuerdas al Eibar durante más de una hora.

El equipo entendió a la perfección el concepto de velocidad y el canterano marroquí, tras el primer cuarto de hora de partido, lo ejecutó.

Porque además de salir con rapidez y verticalidad con la pelota, el Málaga supo morder y neutralizar la salida del balón del rival. De ahí vino el gol del espigado delantero, que robó un balón en el centro del campo, enfiló la portería con un ritmo vertiginoso y, tras una carrera de 50 metros, tuvo la pausa y el temple para superar a Dmitrovic por bajo. Golazo del delantero, que fue un dolor de cabeza para Mendilibar hasta que fue sustituido con media hora aún por jugar.

Durante los 60 minutos que el magrebí estuvo en el verde, el Málaga tuvo contra las cuerdas al Eibar. Insisto, con una idea sencilla pero efectiva, los blanquiazules (ayer de naranja) pudieron y debieron sentenciar al cuadro armero. Adrián tuvo dos mano a mano clarísimos solo ante el arquero, En-Nesyri, en otra acción parecida a la del gol, cruzó demasiado el balón, Keko desde la frontal o el Chory en un rechazo... Un sinfín de ocasiones que el Málaga malogró y permitió que el Eibar siguiera enganchado al partido.

Y lo aprovechó. Sin el marroquí ya en el campo, Ramis y Arbilla respiraron aliviados y el Eibar comenzó a encontrar las fugas de agua del Málaga, cada vez más replegado. Fue entonces cuando volvieron los fantasmas y los fallos defensivos que vienen lastrando al Málaga durante toda la temporada. Rosales no llega a despejar un balón sin ninguna historia que Bebé pone en el área y entre un amasijo de piernas Kike García mete para dentro.

Tocaba sufrir y también demostrar otra manera de competir y el Málaga lo consiguió. El Eibar creció en el partido, se hizo dueño y señor y solo se jugó en el área de Roberto. Se mascaba la tragedia pero el guardameta madrileño se puso el traje de Gandalf en plena Minas Tirith y obró el milagro para que el Málaga no se fuera de vacío de Ipurúa. Habría sido injusto y cruel, pero el fútbol no entiende de eso e incluso en una contra Mula primero e Iturra después pudieron enmudecer Ipurúa.

En todo caso, se nota que José González aún tiene que terminar de conocer y entender en qué jugadores puede o no confiar. Al planteamiento inicial no se le puede poner ni un pero, aunque los cambios chirriaron más. Kuzmanovic.

El Málaga, con 10, también supo competir en el descuento y amarrar un punto que debe servir de inflexión. Un punto que no sabrá a mucho si el sábado no se gana al Girona en casa, donde José González deberá inventarse otra manera de competir.