Nadie en el Málaga CF ha enarbolado aún la bandera blanca de la rendición. Al contrario. Los blanquiazules se han puesto las pinturas de guerra en la cara y se preparan para dar batalla en lo que resta de campeonato en busca de la salvación. Cueste lo que cueste. Caiga quien caiga. Un camino duro para el que se prepara el malaguismo y que ya señaló José González en su presentación, pero que ha puesto en práctica desde el primer partido en el banquillo.

A nadie se le escapa que el Málaga de Ipurúa no fue el mismo que el del Coliseum. Y eso que los actores, de salida, fueron exactamente los mismos. Pero el nuevo Málaga de José González fue solidario, entregado y sacrificado. Había un plan y se ejecutó lo mejor que se pudo tras siete días de trabajo. El conjunto blanquiazul no se vino para Málaga con el botín de los tres puntos por su desacierto de cara al gol, pero regresó con un punto esperanzador por el acierto de su meta bajo palos. Luces y sombras que han dejado cierto poso de optimismo en un equipo que en las últimas fechas se había acostumbrado a ser un saco de boxeo, donde sólo recibía golpes.

El empate en Ipurúa, un estadio complicado, no ha evitado que el Málaga sea colista, pero es un aviso al resto de navegantes de Primera y, sobre todo, a los rivales directos: «Este equipo está dispuesto a dar guerra».

Los protagonistas, convencidos

«Hay muchos equipos con 23, 24 y 25 puntos que los han hecho en una vuelta. Y son de nuestro nivel. Primera jornada de la segunda vuelta, un punto. Lo podemos conseguir. Veo ahora a los jugadores que quieren. Siempre han querido, pero hay una idea nueva y una base con la que crecer», dijo José González en sala de prensa al término del partido.

«Vamos a seguir luchando en el campo. No vamos a hacer cábalas y la semana que viene hay que hacer bueno este punto contra el Girona; al final todos los partidos parece que son difíciles en esta dinámica, pero el equipo tiene que saltar al campo sin pensar y 'matar' por este escudo», dijo Keko en zona mixta al término del partido.

«Por supuesto que seguimos creyendo en la permanencia. Eso es innegociable, nuestro compromiso va a estar ahí hasta que lo consigamos, que lo vamos a conseguir», apuntó Roberto Jiménez, uno de los héroes de la fría noche en tierras vascas.

Los protagonistas, por lo tanto, son conscientes de la dificultad que entraña luchar por la salvación, pero también que algo ha cambiado en el camino del Málaga CF.

Ahora las miradas se centran en el partido contra el Girona, primero, y contra la UD Las Palmas, después. Dos partidos de un valor importantísimo para que el Málaga CF pueda crecer y sumar puntos. Puntos para no descolgarse y para volver a sentirse un equipo de Primera División.

Actualmente el Málaga CF es último clasificado con 12 puntos en 20 jornadas. Está a seis de la zona de permanencia, por lo que con 18 jornadas para finalizar el campeonato aún tiene tiempo para obrar el milagro.

Una carrera contra el calendario que deberá pelear, aunque ahora con otro brío y con una nueva esperanza. Queda mucho por mejorar, pero el Málaga, al menos, ha demostrado tener alma.