«Cuando fuimos los mejores, el dinero se gastaba, se podía comprar todo, incluso vuestras almas». El maestro Loquillo lo supo estampar con su arte hace años, resumiendo en un sola canción que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y echar la mirada futbolística hacia atrás de la última década con el Málaga CF como protagonista evoca una sonrisa pasajera y también un llanto profundo de lo que un día fue este equipo y hoy ya pertenece al pasado.

Anoche la historia del Málaga CF en Primera División se acabó. Se cerró un periplo en la elite inolvidable, exitoso y casi irrepetible. Diez años de historias, de batallas ganadas y también perdidas, de noches épicas con remontadas o derrotas en el último suspiro, de sufrimientos, de calculadoras en una mano pero también de bufanda en la otra. Esta noche Málaga lloró su última lágrima para despedir a su equipo y para cerrar su historia más prolongada en Primera División.

En el camino se agolpan los recuerdos y los datos que ya forman parte de la hemeroteca. Han pasado 3.595 días repartidos en 9 años, 10 meses y 4 días desde que Antonio Hidalgo, con su doblete ante el Tenerife, escribiera el primer renglón de lo que luego sería una novela preciosa.

Aquella calurosa tarde del 15 de junio de 2008, Málaga llamó a la puerta de Primera. Y lo hizo para quedarse durante mucho tiempo. El conjunto blanquiazul se desprendió con el paso de los años del sambenito de equipo «ascensor». Le costó hacerse a la categoría con Fernando Sanz en la presidencia y con Antonio Tapia en el banquillo. Pero cuando le tomó el pulso en su primer año, voló con juego y con goles.

Al segundo curso, como les suele suceder a muchos equipos recién ascendidos, la permanencia se le puso más cara. Apretó los dientes con Muñiz al frente y agonizó para conseguir la permanencia más barata de la historia. Seguro que recuerdan aquel gol de Duda en una tarde de infarto contra el Real Madrid.

Fue, el gol del eterno capitán, la antesala del mejor Málaga, porque tras esa gesta el club pasó a manos de Al-Thani y su proyecto faraónico. El catarí pagó la novatada el primer año y a punto estuvo de bajar a Segunda si no es por Pellegrini y los fichajes estrella de Demichelis, Baptista, Camacho o Caballero en enero.

Al siguiente año, la locura. Cazorla, Van Nistelrooy, Joaquín, Toulalan, Monreal o un entonces desconocido Isco Alarcón confirmaron una apuesta que se cerró con la clasificación para la previa de la Liga Campeones, dejando al Málaga cuarto. Ése año, el curso 2011-12, ha sido el mejor puesto del conjunto blanquiazul en su historia.

Llegó el año inolvidable de la Champions, que también estuvo acompañado por una gran puesta en escena en Liga (sexto) pero empañado por los primeros problemas extradeportivos como impagos o la sanción de la UEFA.

El siguiente año comenzó el declive. Llegó Schuster y BlueBay, y el proyecto dio un giro. Fichajes de jugadores desconocidos y una temporada apurada que se salvó antes de lo que finalmente parecía.

Javi Gracia, sin embargo, devolvió la ilusión blanquiazul los dos cursos siguientes. Con los últimos coletazos de los efectos de la Champions y con una apuesta seria por la cantera, el Málaga rozó Europa. Parecía que el proyecto volvía a aflorar. Acabó noveno y octavo pese a los cambios en las entrañas del club.

Pero con la marcha del navarro, todo volvió a tomar un tono oscuro. Llegó Juande Ramos sin creer realmente en el proyecto -si es que para entonces había ya alguno-. Y a mitad de temporada se marchó. Entró Gato Romero y luego, Míchel. La temporada se salvó, por fortuna, pero con claros síntomas de que el camino era el equivocado.

Y tras un aviso -o varios, a tenor de los últimos años-, la historia llegó a su fin. Esta temporada no será recordada para nada bueno por el malaguismo. Primero con Míchel y luego con José González. Un curso que hoy ya toca a su fin. Una crónica, la del descenso, escrita desde hace semanas que pone punto final a una historia irrepetible, la de «cuando fuimos los mejores».