Perdónenme la licencia de antemano, pero esta es la crónica que ningún malaguista querría firmar. El Málaga CF consumó ayer su descenso a Segunda División en el Ciudad de Valencia tras perder con el Levante (1-0). El equipo de José González se marcha al purgatorio, a expiar pecados, de la manera más cruel. En el descuento y después de haber cuajado uno de los partidos más dignos de todo el campeonato. Pero a este equipo no le da para más y el Levante, menos malo, dio la puntilla.

Aunque lo visto ayer en Valencia, donde el Málaga mereció alargar lo inevitable hasta al menos el domingo contra la Real Sociedad, no debe esconder un fiasco de dimensiones descomunales, a cinco jornadas aún para que finalice el campeonato. El conjunto blanquiazul se va al hoyo sin haber plantado cara en toda la Liga, con solo cuatro triunfos en su haber hasta la fecha y después de tener dos entrenadores incapaces de enderezar un rumbo ya torcido desde el verano.

El descenso se consumó anoche en Orriols, pero se esperaba desde hace meses. Solo faltaba ponerle fecha y hora a la defunción: el 19 de abril de 2018. Aunque por muy anunciado y pese a que todos teníamos el traje del descenso ya puesto, hacerse el cuerpo a la idea de abandonar la élite es otra cosa. Del dicho al hecho hay un trecho y el Málaga, después de 10 años en la máxima categoría, se veía intocable, invencible y ya había olvidado lo que era caer al abismo de Segunda. En el malaguismo nos habíamos acostumbrado a tener un equipo en Primera, a disfrutar de la mejor Liga del mundo sin grandes sobresaltos e, incluso, a codearnos con los mejores, ganarles y sentarnos en la mesa de los que se reparten el bacalao.

Porque ya hay una generación de chavales malaguistas que han llorado por el Málaga, pero en la élite europea, en Dortmund y ante una injusticia mayúscula. Pero no saben lo que es hacerlo por un descenso. Ahora, tras el duelo y el luto que supone volver a Segunda, el malaguismo más veterano, los que han visto a este equipo subir y bajar de categoría, incluso desaparecer y volver de entre los muertos para ser grande, debe enseñar a los «cachorros» a amar y apoyar a este equipo también en la enfermedad.

No cabe duda que la marea blanquiazul demostrará que este equipo es de Primera y desde la grada comenzará la reconquista. Los colores blanquiazules se han llevado con la mismo orgullo y dignidad en Tercera que en los cuartos de final de la Champions. Que nadie dude que los veintipico mil de siempre le llevarán en volandas a donde este equipo se merece.

El Málaga CF necesita estar en Primera División y Primera División, pese a la nefasta gestión de la familia Al-Thani, necesita al Málaga CF. Ese binomio de 10 años seguidos no debe caer en sacos rotos y cuanto antes, a poder ser en junio de 2019, el conjunto blanquiazul tiene que celebrar y arreglar aquello por lo que hoy llora.

Habrá mucho malaguista hoy hundido, pero también por fin relajado por consumar lo inevitable. Pero pese a que esta plantilla no ha estado a la altura en todo el curso, hoy sí se puede romper una lanza por ellos. Quizás lo fácil anoche en Valencia era dejarse llevar y perder sin oposición ante un rival que se jugaba certificar su permanencia y ahorrarse el bochorno de poder descender pocos días después ante tu gente. El Málaga tiró de orgullo, fue infinitamente mejor que el rival durante la primera parte y debió sentenciar con claras ocasiones de Ideye, Ignasi Miquel o Diego Rolan.

No fue así y como un buen resumen de lo que ha sido esta temporada, en un chispazo y en el descuento, Boateng escribió el epílogo más cruel y doloroso que se podía imaginar. Volveremos.