Lo caro no se paga a tocateja. No es lo habitual, aunque tampoco extrañe en tiendas de productos de alta gama como las de Marbella, sostienen los empresarios consultados por La Opinión. Todos coinciden en destacar que la medida que aprobará hoy el Gobierno para combatir el fraude no les afectará. El límite del pago en efectivo a 2.500 euros no les afectará ni perjudicará.

«Al revés de lo que se piensa, aquí no viene la gente con grandes maletines de dinero a comprar», aseguró el propietario de la cadena de joyerías que llevan su apellido, Miguel Gómez Molina. «Ni siquiera los árabes», añadió. Son la nacionalidad que junto con la rusa llena las cajas registradoras de la localidad.

«Tenemos un porcentaje altísimo de pago por transferencia o por tarjeta de crédito, así que no tenemos ningún problema ante esta limitación», dijo. «Nosotros además tenemos que facturarlo todo. Toda la mercancía que compramos tiene su factura y está importada, por lo que tiene sus aranceles correspondientes».

Minoría de costumbres. Son una minoría, pero existe el comprador de fajo de billetes en mano. «Son muy pocos pero los que pagan en efectivo lo hacen siempre», señaló el dueño de la comercializadora de instalaciones de audio, video, iluminación y control en domótica Ilusions, Víctor Periáñez.

Periáñez defiende a su clientela y no termina de entender la medida. «No porque paguen en efectivo significa que la operación sea ilegal», defiende. «Muchos de los clientes que me pagan en efectivo van al banco, sacan el dinero y lo traen», asegura. El empresario cree que la limitación aumentará los gastos financieros de los comerciantes y además, aunque combata el fraude, no dejará de quitar dinero de circulación.

Los concesionarios de coches deportivos defienden la limitación pero temen agravios. «Aquí paga bastante gente su coche en efectivo», aseguró el trabajador del Centro Porsche de Marbella, que prefirió no dar su nombre. Pero, «¿qué pasa si yo no acepto el dinero pero si lo acepta mi competidor?», se pregunta.

La iniciativa genera debate entre dependientes. Los de las grandes firmas de moda de Puerto Banús ni siquiera se atreven a hablar. Prefieren no desvelar si sus codiciados clientes son realmente ricos o simples defraudadores.