Dice el fiscal que Jesús Gil, Juan Antonio Roca y Tomás Olivo se conocían de mucho antes. Por entonces, a principios de los noventa, Julián Muñoz no tenía peso específico en el Consistorio, aunque ya era «testigo privilegiado de lo que estaba ocurriendo, y con el patrimonio municipal de Marbella como víctima de sus maniobras depredatorias». Antes de que el GIL ganase en 1991, Olivo conocía a Gil, para quien había hecho obras en Los Ángeles de San Rafael (Madrid); y también tenía relación con Roca desde los setenta, pues éste fue empleado de aquel en Murcia, de donde ambos proceden. Esas relaciones, según Anticorrupción, facilitaron todo lo que vino después.