­Ocurrió poco antes de las tres de la tarde del 6 de febrero de 2006 en pleno corazón de Marbella. Un ciudadano belga fue reducido y detenido por cuatro policías locales de la ciudad, pero acabó falleciendo. La Fiscalía pide dos años para uno de ellos por homicidio imprudente, mientras que la acusación particular acusa también a los otros tres. Ayer comenzó el juicio, y los agentes defendieron la proporcionalidad de su actuación. Uno de ellos aseguró: «Hubo distintas llamadas alertando de que una persona iba con el dorso semidesnudo, de forma agresiva, empujando a los viandantes de la acera».

Primero, según el relato de los cuatro agentes, llegaron dos de ellos. El hombre, que pesaba 140 kilos y medía 1,80 centímetros, iba con un pantalón de pijama y sin camisa. Según dijo uno de ellos, trataron de hablar con él en español e inglés, pero el belga no atendía. «Había un grupo de extranjeros y uno de ellos me indicó que había una persona loca, usó la palabra crazy, había ido a bañarse a la playa», precisó.

Tras seguirlo durante unos metros, «zarandeó a mi compañero y trató de cogerlo por la chaqueta y del cuello, yo saqué la defensa reglamentaria», dijo uno de los agentes. Su compañero lo zancadilleó y cayeron todos al suelo. No querían que llegara a la avenida principal por si podía causar daños a otras personas o acabar él mismo atropellado. Le pusieron los grilletes porque se resistía.

Luego llegó otra patrulla y ayudaron a inmovilizar al detenido. «Del impulso que hacía nos levantaba a los dos hacia arriba y luego la cara caía sobre su peso»

Los informes forenses revelan que el hombre iba bebido y que había consumido cocaína, lo que le ocasionó un delirium agitado. Sin embargo, uno de los funcionarios se puso de rodillas sobre la parte superior de la espalda del hombre, según la Fiscalía, «presionando fuertemente al detenido», al tiempo que le agarraba la cabeza hacia atrás «dificultando y taponando la entrada de aire en la boca y la nariz», lo que pudo desencadenar la muerte, junto al resto de factores.

El acusado de este hecho explicó que con una pierna le aguantó la cabeza y la otra la puso en el omóplato, para asegurar a la persona, «durante cuatro o seis segundos», y en ningún momento notó que dejara de respirar.

«Se quedó quieto, observamos que el color no era normal, le quitamos los grilletes y lo pusimos en posición lateral», dijo otro de los funcionarios. Éste llamó a la ambulancia minutos después de la intervención, pero nada se pudo hacer ya nada por su vida.

Antes, había indicado que pensaban que había consumido alguna sustancia estupefaciente, dado que «en su boca había bastante espuma». «Intentamos ayudar a esa persona, podía ser peligrosa». Otro de ellos reconoció que le dio varios golpes con su defensa.