Ha transcurrido justo una década, pero para el abogado malagueño Diego Martín Reyes «el tiempo ha pasado tan rápido», que ni siquiera ha podido reparar en que es más mayor: «Así que me siento más joven de lo que soy», expresa tras recibirnos en su despacho de la Alameda de Colón, en el pleno casco histórico de la capital costasoleña. Durante la Semana Santa de 2006, en plenas vacaciones por tierras aragonesas, con una llamada telefónica se le encomendaba la reponsabilidad histórica de convertirse en el presidente de la gestora que estaría al frente del Ayuntamiento de Marbella hasta los comicios municipales del año siguiente. Al otro lado de la línea, en pleno Viernes Santo, la secretaria general del PSOE de Málaga, Marisa Bustinduy, le ofrecía detalles sobre la labor que tenía ante sí.

¿Qué recuerdos guarda de los 14 meses en los que pudo estar al frente del Consistorio marbellí, a modo de paréntesis a lo que era y ha sido después su labor como letrado?

Lo primero que se me viene a la cabeza, después de aquella llamada en plenas vacaciones, es el trabajo que tuve que realizar bastante rápido. Se trataba de organizar mi despacho. En ese momento también tuve que asegurarme de que era compatible mi labor profesional, que lo era. No obstante, luego se me exigió la incompatibilidad y llegó a haber un conflicto de carácter político. En ese momento, por evitar el deterioro de la gestora y cualquier sospecha, opté por desvincularme absolutamente, durante aquellos 14 meses de mi trabajo particular. Esa decisión como es lógico me afectó en lo profesional. Porque al volver al despacho tuve que hacer un gran esfuerzo, fue casi como empezar de nuevo. Encima coincidió con la crisis económica. Pero en cualquier caso no me arrepiento de aquella decisión. Siempre me he considerado un náufrago que llega a la playa.

Ahora, a sus 64 años de edad, con independencia de ese aspecto profesional, ¿se le llegó a pasar por la cabeza renunciar al cargo, a la vista de la situación en la que se encontraron el Consistorio?

En efecto, más allá de la organización del despacho con tan poco margen de tiempo, recuerdo que llegué al Ayuntamiento y me llovieron los expedientes y problemas sin resolver. La situación económicamente era catastrófica. Lo cierto es que había muchísimas familias dependiendo de nuestra labor, del acierto en las decisiones que tendríamos que tomar. Había por ejemplo unos 300.000 euros de ingresos ordinarios al mes, mientras que los gastos ordinarios ascendían a 13 millones. No había dinero para pagar nada. Y sí, cuando me duchaba para irme a Marbella cada mañana me preguntaba lo típico, que quién me había mandado a meterme en aquel lío.

¿Qué le empujó a seguir con la vista al frente?

Encontrar colaboradores necesarios, buenos colaboradores, incluyendo al resto de integrantes de la comisión gestora con independencia de las siglas políticas. Y fue inestimable la ayuda de muchísimos funcionarios. A priori había una dificultad añadida, porque no había antecedentes y contábamos con un reglamento, que hizo la Diputación, por la suspicacia de los partidos, por el que se nos encorsetaba mucho. Sólo podíamos dedicarnos a la administración ordinaria. No podíamos tomar determinaciones sobre grandes asuntos. También facilitó nuestra labor que todas las decisiones tuviesen que ser aprobadas con una mayoría absoluta. Eso hizo que en general todos los miembros de la gestora llegásemos a pactos antes de los plenos. Las sesiones se caracterizaban de esa forma por decisiones tomadas de manera unánime. Apenas hubo excepciones en ese aspecto.

¿Considera que sería una buena receta para los tiempos actuales, en los que la ciudad mantiene importantes retos y carece de las mayorías absolutas que posteriormente obtuvo el PP?

Nuestro periodo fue muy pacificador para la vida municipal. No sólo en el Ayuntamiento, sino que también en el municipio en general, entre los ciudadanos. Después llegarían esas mayorías absolutas, que a mí me pareció una regresión, un paso atrás. Porque lo cierto es que el ayuntamiento seguía estando con unas graves dificultades económicas. Fue volver a unas maneras tradicionales de comportarse, que no era lo que le convenía a Marbella. En la actualidad es distinto, hay pactos. Pero hay dos sectores que mantienen una actitud de no colaboración. Conviven una mayoría que gobierna, y una minoría que se opone sistemáticamente. Creo que la situación, habiendo mejorando mucho, necesita aquellos consensos que tuvimos nosotros durante algo más de un año.

De qué se siente especialmente orgulloso con esa vista atrás.

De que se fuesen solventado los múltiples problemas que encontramos después de que la ley se hubiese metido en el cajón a partir de 1991. Si en la gestora hubiésemos tenido más tiempo o no hubiésemos estado tan encorsetados, se habrían aprobado cosas todavía más importantes. Pero con lo que la normativa nos permitió, y en contados casos incluso por encima de lo que podíamos aprobar, conseguimos recuperar para la ciudad de Marbella la normalidad legal. Se normalizó la actividad urbanística, se volvió a los mecanismos legales de contratación y se culminaron importantes avances, con los escasos medios económicos que teníamos.

Pero queda bastante por recuperar, sobre todo en materia urbanística.

Hay un problema importante, de sobra conocido. Haber vuelto al PGOU de 1986 es tremendo. El municipio está situado fuera de la realidad. Es verdad que se han dado pasos hacia la adaptación a la LOUA, pero también hay que abordar las irregularidades que se han cometido durante muchos años. La legislación, encima, hace que las cargas caigan en los propietarios actuales, los compradores de buena fe. Existen situaciones injustas, con todos los matices, aunque estén de acuerdo con la legalidad. Sin ser el único problema que resta por resolver, es muy importante para la ciudad.

El puerto de La Bajadilla, por ejemplo.

El puerto, el proyecto que fue presentado en su día, es una frustración para una ciudad entera. El Ayuntamiento, además, se hizo cargo o forma parte de una sociedad en la que tendría que estar fuera. Si el Consistorio es el vigilante de los intereses públicos, no puede formar parte de los intereses privados. En muchos casos se podría justificar, pero cuando lo público figura de manera testimonial, como ocurre en La Bajadilla, te conviertes en un Don Tancredo, que ni pinchas ni cortas.

La concesión actual ha terminado en los tribunales.

Considero que el proyecto, que podía haber permitido hacerle competencia a la ciudad de Málaga, al menos en los pequeños cruceros, se ha retrasado en beneficio, quizás, de una especulación. Existe además un señor que por ser protector del club de fútbol de Málaga pensaría que iba a obtener prebendas en otros sitios. A él se le han dado ventajas, prórrogas. Se le ha tratado bien y finalmente ha fracasado.

Seguro que con la vista puesta en los cimientos que ustedes en la gestora pusieron, existen también otras iniciativas que, pendientes de ejecución, son dignas de destacar.

Hay muchos asuntos en la nevera, que no han podido ser resueltos con el paso de los años. El traslado del polígono industrial a terrenos situados al norte del término municipal sigue pendiente. Ese suelo podría darle una dimensión nueva, de interés turístico, a la ciudad. Es cierto que no ayudan las actuales circunstancias económicas, pero la misión común, la de todos los integrantes de la corporación actual, debería imponerse sobre las diferencias entre los partidos. Todo lo que no sea buscar el consenso, como hacíamos nosotros, es discutir. Eso no interesa de manera general a Marbella.

"El municipio requiere tender más lazos con San Pedro Alcántara"

­El presidente de la gestora que gobernó Marbella durante 14 meses, hace ahora una década, no oculta su visión personal sobre la realidad que vive el núcleo de San Pedro Alcántara. Considera que la búsqueda de puentes resultará beneficioso a la vista de los resultados electorales obtenidos por las formaciones independentistas durante estos últimos años.

¿En qué situación ve con el tiempo y la distancia al núcleo de San Pedro Alcántara?

El problema de esta localidad y sus pretensiones, que a la vista de los resultados electorales no parece que sean las mayoritarias, deben ser resueltos. Dentro de Marbella habría que dedicarle una atención especial a una situación que es importantísima. Esto es parecido al problema de Cataluña con España. El municipio requiere tender más lazos entre una y otra parte de la ciudad, de manera que todos viesen, con argumentos, los beneficios de la unidad. Son cosas que hay que cuidar mucho. Se trata de que nadie quiera separarse no por imposición, sino siendo conscientes de que todos saldrían perdiendo con la separación.

¿Llegó a debatirse sobre este asunto, de manera firme, en el seno de la gestora?

En el fondo había menos debate entre vocales de los distintos partidos de lo que realmente trascendía. Siempre todo lo que aprobábamos atendía a los intereses generales, como debiera ser ahora.