La denuncia de una víctima hace ya tres años ha permitido a la Policía Nacional explotar una operación contra una organización criminal búlgara que pretendía hacerse con el control de la prostitución en Marbella. Hasta 13 chicas que eran obligadas a prostituirse han sido liberadas y 34 personas (26 en España y 8 en Bulgaria) han sido detenidas en una intervención que ha sumado 21 registros domiciliarios en Málaga, Torremolinos, Marbella y Estepona y otros 15 en Bulgaria.

Según la Dirección General de la Policía, la investigación comenzó en septiembre de 2014, cuando una mujer de nacionalidad búlgara se presentó en la Comisaría de Marbella diciendo que había conseguido escapar de unas personas que le obligaban a prostituirse en Puerto Banús. Tras comprobar que era verdad, los agentes determinaron que se encontraban ante una víctima de este tipo de delitos y le ofrecieron todas las medidas de protección previstas en la ley. Poco después, las pesquisas arrojaron que las primeras personas identificadas en el grupo no actuaban de manera aislada, sino que formaban parte de un gran entramado internacional que operaba entre España y Bulgaria y cuyo propósito era hacerse con el absoluto control de la prostitución en Marbella. Dadas las dimensiones de la organización, y el hecho de que sus integrantes operaban en los dos países, se solicitó la colaboración de la policía búlgara y también al plano judicial, ya que se constituyó un equipo conjunto de investigación en el ámbito de Eurojust liderado por el juez instructor de la causa.

Esta permitió localizar a los miembros del entramado, a nuevas víctimas y establecer el modus operandi y el papel de cada uno de los sospechosos. Concretamente, los miembros de la organización asentados en Bulgaria buscaban mujeres jóvenes en las zonas más deprimidas del país. Abusando de su situación en unos casos o recurriendo a métodos como el conocido del lover boy en otros, las convencían para desplazarse con ellos hasta nuestro país en busca de una vida mejor. Viajaban con ellas hasta el aeropuerto de Málaga, donde eran recibidas por otras personas que las trasladaban a apartamentos de Torremolinos en los que eran alojadas con otras mujeres en su misma situación. En estos pisos eran informadas de que a partir de ese momento debían trabajar para la organización ejerciendo la prostitución. Si se negaban eran agredidas violentamente y las amenazaban con causar daños a sus familiares en Bulgaria. En los apartamentos, aparte de otras víctimas, había una «controladora», en este caso otra mujer búlgara de mayor edad que las vigilaba permanentemente para impedir que las recién llegadas a nuestro país se relacionasen con personas ajenas a los proxenetas. Las aislaban.

Las chicas debían ejercer la prostitución en Puerto Banús, debiendo contactar con sus clientes en las calles y desplazarse con ellos a hoteles o a pisos prostíbulo de la organización. Estos inmuebles también eran controlados por mujeres de la red conocidas como «mamis». Una vez que concluía su jornada, las recogían y las llevaban de nuevo a sus apartamentos. Así cumplían un doble objetivo: mantener el control sobre ellas permanentemente y asegurarse de que ejercían la prostitución todo el día. Además, eran aleccionadas para cometer pequeños hurtos sobre los propios clientes de los servicios sexuales, a los que debían despojar tanto de sus pertenencias, como de sus tarjetas de crédito y dinero en efectivo.