La industria turística es una actividad con más de medio siglo de implantación en la ciudad y que cuenta con numerosos recursos para complementar su oferta de sol y playa como es el turismo cultural. Marbella cuenta con numerosos vestigios de la era industrial y su pasado minero, siderúrgico o agroalimentario podrían ser explotados como producto de cara al visitante, presentando el municipio «unas posibilidades únicas en cuanto a turismo industrial».

Así lo afirma Plácido García, un ingeniero de minas jubilado y miembro de la Sociedad Española de Defensa del Patrimonio Geológico y Minero apasionado de la siderurgia española, y en concreto de la malagueña, de la que quedan numerosos vestigios. García aboga por ponerlo en valor, siendo la joya de la corona la ferrería de La Concepción, una antigua fábrica de hierro que alojó los primeros altos hornos civiles de España en el siglo XIX.

Los restos industriales se encuentran en la finca privada La Concepción, localizada en la carretera de Istán, donde se encargaban del cuidado de la ferrería, que desarrolló su actividad de 1832 hasta 1880 de la mano del empresario malagueño Manuel Agustín Heredia, junto con el capitán de artillería y experto metalúrgico Francisco Antonio Elorza.

Según el experto, el aprovisionamiento de mineral que permitía la mina del Peñoncillo y la energía hidráulica de Río Verde fueron los motivos estratégicos para elegir Marbella como destino de la fábrica, donde se produjo hierro con carbón vegetal de los montes y que fue complementada en 1834 con la ferrería de La Constancia, en Málaga, «para el afino del hierro colado de Marbella», que es la segunda fase del proceso de producción. Esta era una industria pionera de la siderurgia moderna, que «en 1860 suministraba el 75% del hierro que se consumía en España», afirma Plácido García.

En cuanto al pasado minero de la ciudad, el experto destaca la Mina de Buenavista, en Nagüeles, de finales del siglo XIX para la explotación de plomo o las minas del Peñoncillo y de La Concepción, localizadas entre los términos municipales de Marbella y Ojén para la extracción de hierro, y en concreto de magnetita, una actividad que se desarrolló hasta 1973, por «falta de reservas», entre otros.

En el campo agroalimentario, Plácido García destaca recursos como el Cortijo Miraflores, una antigua fábrica de azúcar de caña e industria aceitera que data de 1704, reconvertido hoy en museo; la fábrica de El Ingenio, en San Pedro Alcántara, antigua fábrica de azúcar y posterior alcoholera restaurada de 1870; el Trapiche de Guadaiza, cuya existencia es previa a la creación de la Colonia Agrícola y que se destinó a la producción de azúcar en el siglo XIX,un edificio rehabilitado en 2014 que alberga hoy los talleres de Arte y Cultura o el Trapiche del Prado, que data del siglo XVII.

El experto distingue entre patrimonio y turismo industrial, refiriéndose el primero «a la herencia de la historia» y que surge a raíz de la reconversión industrial de los años 70 del pasado siglo en España, mientras que el segundo se relaciona «con la explotación de los recursos industriales para generar riqueza con finalidad turística», por lo que consideró como fundamental la implicación de las administraciones públicas para promocionar este último, estando a la cabeza comunidades como Cataluña o el País vasco.

En Andalucía destacan las Minas de Río Tinto, en Huelva, o las de Linares y la Carolina en Jaén. Además, Plácido García apunta la conveniencia de la implicación del sector privado y «mezclar el turismo industrial con otros como el gastronómico.