Con la llegada de la sombrillita del cóctel llegó el hundimiento. O no. Realmente, la cerveza siempre ha estado de moda en España. ¿Alguna vez se han preguntado en qué consiste realmente el ancestral arte de hacer cerveza? Visto desde la perspectiva de un grano de cebada, la producción de cerveza se asemeja a una gran estafa. El cereal se somete a unos 22 grados de temperatura para que empiece a germinar con el objetivo de convertirse en una planta orgullosa y proseguir así con la descendencia. Pero la planificación familiar sufre un parón abrupto con el proceso de secado. Antes de que el grano pueda salir de su hoja se rompe la cadena natural porque, de lo que se trata en realidad, es de obtener la malta. Ésta resulta, a su vez, imprescindible para la fabricación del aclamado oro líquido. El proceso básico siempre es el mismo, ya sea una planta cervecera de tamaño industrial o se trate del salón de casa reconvertido en un laboratorio por horas. Algo se está cociendo en el mundo de la cerveza, y no sólo en los altos hornos de las grandes fábricas. Que se lo digan a Francisco Arvilla o Ignacio Navarro.

Dos jóvenes de Marbella de 22 años que comparten amistad desde que iban juntos al mismo instituto y que ahora también comparten su propia marca de cerveza: Cerveza Marbella. «Amamos nuestra ciudad», resume Francisco el primer porqué de una nomenclatura que no deja lugar a dudas. El consumidor está ante un producto por y para Marbella. Es verdad que cada vez son más los aficionados a la cerveza que ya no sólo se conforman con sentarse detrás de una barra. No hablamos de maestros cerveceros a la vieja usanza, pero tampoco de lo contrario. Algo insondable en un primer instante cuando lo que se estila ahora es el postureo y no son pocos los que presumen de fabricar su propia cerveza. En la frontera entre la ficción y algo realmente bebible, la cabra poco a poco se desplaza al monte y se va dilucidando lo que sirve y lo que no. En el caso de Francisco e Ignacio, fueron los amigos y familiares los que levantaron el pulgar tras ejercer como conejillos de indias. «Siempre hemos sido aficionados a la cerveza. Poco a poco fuimos desarrollando un interés por las cervezas artesanales. Empezamos en casa con las primeras mezclas. Primero, los amigos y luego los familiares». El veredicto compartido es por definición un buen termómetro y para Francisco e Ignacio fue el último empujón que necesitaron para lanzarse a la aventura empresarial. «Teníamos muchas ganas de hacer algo juntos y dimos el paso con nuestra propia cerveza», recuerda Ignacio. Una vez tomada la decisión, el lanzamiento definitivo de Cerveza Marbella estuvo precedido por un concienzudo trabajo de planificación. En este caso, Francisco, graduado en Arquitectura, elaboró unos primeros esbozos que luego entregó a un diseñador gráfico para que perfilara el logo definitivo. El resultado ha sido otra declaración de intenciones y sirve también para reforzar el vínculo que quisieron establecer Francisco e Ignacio entre su cerveza y Marbella. De ahí que el protagonismo ha ido a parar al faro del Puerto Deportivo.

Si lo interesante en la vida está en lo que va a pasar en las horas siguientes al primer trago de cerveza, conviene saber en qué bares se puede pedir esta nueva cerveza de pedigrí marbellí. «Estamos llevando muestras a los bares de Marbella y la respuesta ha sido muy positiva. Ahora mismo, ya se puede pedir en El Albero, que está en el casco histórico, en el GK Sports Club de San Pedro, en El Grifo del Puerto Deportivo y en el bar La Paca», asegura Ignacio que cuentan con una sana ambición de expansión. Además de en los bares mencionados, esta cerveza de tipo pilsner también se pueda adquirir a través de la página web que han montado ambos (https://www.cervezamarbella.com/). «Con su toque lupulado, la combinación de cuatro maltas define el sabor refrescante y fácil de beber que caracteriza a Cerveza Marbella», reza la nota de cata.