"Todo el mundo me echa 80 años, y cuando digo que voy a cumplir 101, no se lo creen". La risa de Dolores García Cotta resuena en su casa de la barriada de las 320 viviendas, al lado de la comisaría de policía, donde vive con su hija María Serón.

La abuela de la barriada recibió ayer un homenaje de los vecinos, que Dolores vivió con gran intensidad. Nacida el 8 de septiembre de 1904 en Cártama, donde su padre tenía un cortijo, es muy popular en la línea 4 de la EMT. "Los conductores me llaman la niña del 4", bromea. Centenaria como es, viaja siempre que puede al Centro a hacer sus compras. "Suele ir a por cosillas para el croché, caramelos o pilas", explica su hija.

Dolores confiesa que ella nunca se está quieta. En su juventud, iba andando a Torremolinos y ha trabajado toda su vida, primero largas horas en las bodegas Barceló y más tarde en la fábrica de latas de Lapeira.

La memoria de la abuela del barrio es prodigiosa, y mientras muestra las fabulosas colchas de croché que todavía realiza, recuerda la vez que fue con su novio y luego marido al cine a ver películas mudas, "acompañada por mi padre y mi madre". También parece estar viendo las huertas que rodeaban lo que hoy es el Corte Inglés y revivir la guerra de Melilla, en la que lucharon sus dos hermanos, "y no llegaron a encontrarse", explica.

Esta encantadora anciana que cuenta que su apellido Cotta procede de una reina italiana, tiene tres hijas, seis nietos y seis biznietos. "Y nunca me he puesto mala", apostilla. Salvo alguna molestia con los huesos y la vista, Dolores deja asombrado a los camareros cuando en el restaurante pide lo que más le gusta: un plato de callos, "y claro que son para mí", les aclara. Buen provecho.