Rusia, un país siempre distante y enigmático desde la perspectiva occidental, acoge a partir del próximo 14 de junio el Mundial la fiesta que cada cuatro años el fútbol brinda al mundo y que gracias a las telecomunicaciones se ha convertido en el espectáculo más visto por la humanidad.

Para las autoridades rusas, la celebración modélica del Mundial es un desafío en el que han empeñado ingentes recursos financieros y humanos, en un esfuerzo titánico por ofrecer la mejor cara de este país de 144 millones de habitantes en un momento de grandes tensiones internacionales.

Once ciudades y doce estadios, repartidos en una amplia geografía -de Kalinigrado, en el oeste, a Yekaterimburgo, en la frontera entre Europa y Asia- serán los escenarios del torneo que concitará durante un mes la atención mundial.

Para hacerse una idea de la magnitud de las distancias entre las sedes basta decir que Kaliningrado y Yekaterimburgo tienen una diferencia de tres horas, GMT+2 y GMT+5, respectivamente.

De modo que los aficionados de América que verán por televisión desde sus países los partidos mundialistas lo harán a horas inusuales, al igual que ocurrió durante el Mundial Corea del Sur y Japón.

Los hinchas que verán desde Argentina el debut de la Albiceleste ante la sorprendente Islandia tendrán el 16 de junio que plantarse ante los televisores a las diez de la mañana (16.00 hora de Moscú), que será cuando Leo Messi y sus compañeros saltarán al campo del estadio Spartak Moscú para enfrentarse a los "vikingos".

Hasta hace algunos años Rusia tenía fama, y fundamentada, de ser un país muy caro para el extranjero, pero la crisis económica que ha traído consigo la depreciación de su moneda, el rublo, ha abaratado considerable la estancia de los visitantes.

La cotización de la moneda rusa fluctúa actualmente entre 60 y 62 rublos por dólar y 72 y 75 por euro, y se puede cambiar en cualquier banco, que anuncian en letreros luminosos el tipo de cambio del día. Siempre y cuando la operación no supere el monto de 40.000 rublos se puede realizar sin presentar documentación.

Un menú sencillo de dos platos en hora de almuerzo puede costar entre 250 y 400 rublos (entre casi 4 y 6 euros).

El transporte es bastante más barato que la media europea, sobre todo el taxi si se pide con la ayuda de alguna de las aplicaciones de internet, que tiene la ventaja añadida de evitar malentendidos o abusos a la hora de pagar la tarifa.

Un viaje al aeropuerto desde el centro de la ciudad puede salir mediante esa modalidad entre 10 y 15 euros, dependiendo de cuál sea la terminal aérea.

Una de las grandes preocupaciones de los viajeros es el tiempo en los lugares de destino; pero la meteorología será favorable a los que vengan a disfrutar del Mundial de Rusia, tanto en condición de espectadores como de miembros de sus selecciones nacionales.

Durante el Mundial de Rusia las temperaturas máximas en las sedes oscilarán entre los 16 y 30 grados centígrados, siendo la más calurosa Rostov del Don, en el sur del país, donde jugarán, entre otras, las selecciones de Brasil, Uruguay y México.

Un chubasquero en la maleta nunca está de más: el verano ruso puede sorprender con algún chaparrón más propio de los trópicos.

Si el clima en verano no es un problema en Rusia, sí puede serlo el idioma, y durante todo el año: entre los rusos, que aunque como todos los eslavos tienen una gran facilidad para aprender otras lenguas, no abundan los que hablan inglés y, menos aún, francés, pese a que esta última era la preferida de la nobleza rusa.

Es aquí donde la tecnología acude en ayuda del visitante extranjero: las aplicaciones de traducción cargadas en un móvil pueden ser de gran utilidad.

Consciente de esta dificultad, el Comité Organizador del Mundial ha organizado un dispositivo de cerca de 15.000 voluntarios, en su inmensa mayoría estudiantes universitarios con conocimientos de idiomas, distribuidos en lugares estratégicos: aeropuertos, estaciones ferroviarias, estaciones de metro, estadios y "fan zone".

En todo caso, la pronunciación rusa de los nombres de las ciudades sedes no reviste mayor problema; hay algunas que se pronuncian igual que en español, como es el caso de Saransk, Sochi, Rostov y Samara, o muy similar, como el de Kazán, en la que la "z" es una "s" muy sonora.

A los nombres de otras ciudades, como Kaliningrado o Volgogrado, basta omitir la "o" final para obtener una pronunciación rusa castiza.

En el caso de Yekaterimburgo y San Petersburgo, además de retirar la "o" hay ligeras modificaciones: el nombre de la ciudad en los Urales se pronuncia "Yekaterinburg", y el de la antigua capital imperial "Sankt Peterburg".

Las más difíciles para una persona de habla española son Moscú (Moskvá) y Nizhni Nóvgorod, en la que la combinación "zh" se lee como la "j" del nombre francés Jean.