Los burros tampoco consiguen librarse de los efectos de la crisis, que continúa haciendo mella en el desanimo de muchos propietarios a la hora de cuidarlos.

Desde enero se han incrementado en más de un 5% en el Refugio del Burrito de Fuente de Piedra las llamadas recibidas de dueños incapaces de seguir haciéndose cargo de sus jumentos, además de turistas y viandantes que han encontrado, sobre todo en las carreteras, asnos abandonados en condiciones deplorables.

Pero no sólo la actual situación económica dificulta a los propietarios asumir el coste que supone mantener a estos animales, sino que, según explica Rafael Benjumea, uno de los trabajadores del Refugio de Fuente de Piedra, la entrada en vigor de nuevas leyes de protección animal obliga a que en Andalucía también los burros lleven un microchip y pasaporte propios, lo que origina un coste adicional de 90 euros.

«Muchos de los agricultores que viven en la montaña con escasas posibilidades no pueden afrontar estos gastos. Luchan por custodiar y alimentar a sus burritos, pero ahora reconocen que ya no les trae cuenta», explica Rafael.

La asociación ha observado en los últimos meses una reducción considerable en la cifra de burros maltratados, aunque muchos presentan signos de violencia y llegan desnutridos con problemas de piel.

El refugio, que cuenta con dos granjas, una de ellas situada en Bodonal de la Sierra (Badajoz), tiene acogidos actualmente a un total de 214 mulos y asnos procedentes de Italia y toda España.

La asociación británica «The Donkey Sanctuary», a la que pertenece el Refugio del Burrito y que cuenta con bases operativas en países europeos como Rumanía, Grecia, Francia y Portugal, ha impulsado la apertura de nuevos centros de rescate en Chipre e Italia, lo que posibilita el traslado de burros a zonas próximas a las que se han encontrado, para evitar así que viajen en exceso.

En el centro de Fuente de Piedra conviven actualmente representaciones del burro catalán, andaluz, zamorano leonés y de cerdeña, entre otros. Benjumea detalla que una de las últimas burritas rescatadas ha sido Julia, que deambulaba sin dueño por Cártama y tenía dos hernias severas.

«Pujol», que llegó el verano pasado al refugio tras ser localizado en Murcia, le arrancó una oreja a la mujer que intentó cogerlo, por lo que hubo que castrarlo, algo que apacigua su temperamento. La asociación pide que se le avise de cualquier hallazgo a través de infoelrefugiodelburrito@elrefugiodelburrito.com.

El Refugio extiende su labor hasta uno de los zoológicos de Córdoba, donde más de 250 niños con discapacidades físicas y/o psíquicas se benefician cada semana de la llamada «asnoterapia», que estimula el desarrollo de sus habilidades.

Se trata de una técnica gratuita que a su vez beneficia a los jumentos, puesto que cuando son jóvenes se aburren rápido y necesitan trabajar de algún modo.

El simple hecho de montar en el burro mejora el equilibrio y la agilidad de muchos niños, que se muestran más serenos cuando lo acarician o hablan con él. De este modo, establecer objetivos simples y accesibles en cada sesión de asnoterapia puede incrementar la motivación de los más pequeños, que aprenderán a confiar en ellos mismos y a mejorar su autoestima.

«Los resultados de estas terapias paliativas se aprecian desde el primer momento. No pueden curar a un niño discapacitado, pero sí enriquecer sus aptitudes a través de la cama del animal y de sus cuidados», aseveran los cuidadores del refugio.

A esta iniciativa, se sumarán otras ciudades andaluzas, que ya han mostrado su interés en establecer un acuerdo con el zoológico de Córdoba para impulsar este también este tipo de tratamientos.

Desde que la residencia para burritos comenzó a funcionar en 2003, ya se han realizado cerca de 9.500 apadrinamientos simbólicos. Un dato que se ha estancado, aunque fuentes del refugio afirman que se mantienen las cifras de aquellos que ya han adoptado a uno de los seis burritos que participan en el programa.

La cuota, de 15 euros, se destina a la alimentación, higiene y bienestar de estos animales, que ahora tienen que soportar la carga más pesada: superar las atrocidades que han padecido.