Cuando lo que se busca es ayudar, cualquier aportación es válida, en cualquier momento y lugar. Pero, la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de la Costa del Sol (Afesol) inició en 2006 de manera voluntaria la intervención con un paciente psiquiátrico en el módulo de enfermería del Centro Penitenciario de Málaga, y en ese momento, sus integrantes no se imaginaban que cinco años después su labor fuera reconocida con un premio concedido por la Organización Mundial de la Salud.

Todo comenzó cuando «una persona que conocíamos cometió un delito grave, ingresó en la cárcel y empezamos a ir a verlo porque estaba bastante solo», relata la presidenta de Afesol, Concepción Cuevas. A partir de ahí, «nos dimos cuenta de que había más enfermos en la cárcel de los que pensábamos», en su mayoría «por delitos no graves». A raiz de ésto, desde enero de 2009 en colaboración con organismos públicos como instituciones penitenciarias y sanitarias o la Fundación para la Integración Social del Enfermo Mental (FAISEM), nació el Programa de Rehabilitación Psicosocial en el Centro Penitenciario de Málaga, que se encuentra integrado en el Programa de atención integral a personas con enfermedad mental (PAIEM) de la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias.

Dicho programa busca la rehabilitación psicosocial de personas con enfermedad mental y sus familiares, y la integración y reinserción social de éstas en el entorno socio-comunitario, ya que los problemas de salud mental entre las personas que se encuentran en prisión son mucho más frecuentes que en la población general y se agravan por la vida en prisión, lo que a su vez dificulta su adaptación al medio penitenciario y su posterior reinserción a la vida socio-comunitaria, según explicaron las psicólogas de Afesol, Carolina Fernández y Beatriz González.

Pero, tal y como explicó la subdirectora médica del centro, Esther Díez, el primer paso es detectar la enfermedad y estabilizar a estas personas, a través de los tratamientos apropiados. Desde ahí, se les hace una valoración, y pasan al programa PAIEM. Ya integrados en el plan, junto con las actividades dirigidas a los internos, se realizan actividades de psicoeducación e información con las familias de los internos. Además, se les diseña un Plan individualizado de rehabilitación, y una intervención individualizada con cada interno para trabajar más específicamente objetivos personales y dotarles de un espacio más privado para expresarse.

Actualmente, los grupos de terapia están integrados por 21 internos, y en ellos se les estimula con un estilo de vida saludable, psicoeducación, habilidades sociales, estrategias de afrontamiento, control de impulsos, resolución de conflictos, proyecto de vida, motivación, todo ello para «normalizarlos, y que sientan que son personas no enfermos», sentenció la psicóloga del centro, Ana Gutiérrez.

Además, desde primeros de 2012 han puesto en marcha la terapia asistida con animales (TACA) para reforzar los aspectos trabajados en los grupos de terapia. Dos perros, Granuja y Peseta, ayudan a los internos con sus ejercicios a sentirse válidos y a olvidar durante unos momentos su enfermedad, porque es el mejor ejemplo para demostrar que son personas que pueden realizar cualquier tipo de actividad, también fuera de la cárcel.

La imposibilidad de trabajar sin ayudas de las Administraciones

La presidenta de la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de la Costa del Sol (Afesol), Concepción Cuevas, asegura que la situación de crisis está viendo mermado la labor de su organización, aunque «lucharé hasta que no me quede fuerza». Además, «cuando estas personas cometen delito grave la gran mayoría de las veces es porque hay factores externos, sobre todo, tóxicos» ya que los casos más numerosos en centros penitenciarios son de internos con trastorno mental con delitos leves como el quebrantamiento de una orden de alejamiento. A este respecto, advierte a aquellos «familiares mal aconsejados que piensan que pidiendo una orden de alejamiento van a solucionar el problema» que lo que están haciendo es «mandarles directamente a la cárcel donde, además, enferman más por la privación de libertad».

«Me encantaría poder implantar este programa en todas las cárceles andaluzas pero sin inversión de las administraciones públicas es muy difícil, casi imposible», asegura Cuevas, mientras reivindica la necesidad de personal y lugares adecuados donde trabajar con estas personas, «no todos tienen el mismo grado de enfermedad por lo que algunos necesitan apoyo continuado, y otro una atención mínima. Pero sin ayudas, no podremos atender a ninguno», señala. «Reivindicamos que nos se nos quiten las ayudas para dárselas a banqueros. Es verdad que con nosotros trabajan personas de buena voluntad, pero con la voluntad no se come» r. C. alhaurín