Magdalena Rodríguez es una orgullosa emprendedora. Una mujer que con 50 años decidió sacar a delante a su familia con los conocimientos heredados de su abuela y su madre. Hace apenas dos meses nació la Quesería Campos La Malagueña, la ilusión de toda una vida hecha realidad para poder dar a sus hijos un trabajo y poder sortear la crisis económica.

Esta emprendedora reside en Arroyo Coche, una barriada de la localidad de Almogía, y allí junto a su casa tiene el trabajo, una pequeña quesería en la que desarrolla todo su entusiasmo empresarial. Pero la tradición es la base de esta quesería. «Desde siempre hemos vivido rodeados de cabras, mis padres y mis abuelos tenían cabras, y aprendí a hacer queso desde muy pequeña», explica Magdalena, mientras junto a su hija prepara la leche ya pasteurizada y lista para comenzar a hacer los quesos a media mañana. Aunque la jornada empieza a las 7.00 horas. A esa hora recogen la leche de las cabras de su hijo.

Y es que hace unos tres años el hijo de Magdalena, Juan Francisco Campos, se quedó en desempleo, al igual que su padre. En ese momento, la familia decidió continuar con la tradición y ampliar el pequeño rebaño con el que contaban, unas 30 cabras, para poder vender su leche y «sacar un dinerito», cuenta Juan Francisco. Así, compraron unas 70 cabras más, pero «el precio de la leche se paga muy bajo y no salía a cuenta», señala el joven.

De hecho, de las 300 cabras con las que ahora cuenta, tan sólo 150 producen leche, eso sí, unos 300 litros diarios. Aún así, el precio de la comida de las cabras, unos 30,5 céntimos de euros el kilográmo de pienso, «ha hecho que cada vez sea menos rentable vender la leche a las lecheras que después la venden». Y es que las cabras que producen leche comen unos 280 kilogramos de pienso, más unas siete sacas de henos y alfalfa. Mientras las que no son parideras, y por tanto no dan leche aún, pastan en el campo además de comer también alfalfa mezclada con grano.

Completamente artesanal

Con todo ello, la leche llega fresca hasta la quesería de Magdalena, quien junto su hija y aprendiz Magdalena, preparan el queso. Allí, en su pequeño despacho, trabajan todo de manera totalmente artesanal, con un queso que no lleva ningún tipo de conservante más que la sal, también servida a mano.

«Todo es artesanal, hasta el prensado para sacar el suero al queso lo hacemos de manera manual», explica la empresaria, al tiempo que señala que el envasado, también es artesanal, y además la comercialización también queda en familia ya que madre e hija se encargan del reparto de quesos que realizan cada día.

Para Magdalena su quesería es su «gran ilusión», y no deja de pensar en el próximo proyecto. Está estudiando y «preparando el papeleo, que es lo que más me costó porque ponen muchos impedimentos y trabas», para poner un negocio de postres con la leche de las cabras de su hijo y el queso que realizan madre e hija, y «estoy experimentando -dice risueña- con la posibilidad de hacer los quesos curados».

Pero «la verdad es que lo que quiero es que este negocio quede para mis hijos», cuenta Magdalena, quien con sus «poquitos ahorros», unos 4.000 euros, y la ayuda de 13.775,10 euros del programa LiderA, gestionado por el Grupo de Desarrollo Rural Valle del Guadalhorce con cargo a los fondos Feader de la Unión Europea, puso en marcha una empresa que vende toda su producción.

La Quesería Campos La Malagueña produce unos 80 quesos de medio kilo diariamente, y toda esta producción está vendida a diario. Y su comercialización se expande hasta numerosos negocios y comercios de Málaga capital, en las barriadas de Ciudad Jardín y Miraflores, y de las localidades de Casabermeja y Villanueva de la Concepción. Además, por encargo realiza a diario casi una veintena de quesos frescos.