Enrique Sánchez hace 15 años dio un vuelco a su vida. Desde el despacho en el que trabajaba como alto cargo para una gran empresa del textil miraba las sierra del Valle del Guadalhorce y veía una vida llena de paz y de sueños. En 1998 decidió comprar una finca de terreno en Cártama para plantar unos viñedos y hacerse su propio vino, y ahora, las bodegas Sánchez Rosado han recuperado una tradición cartameña que desapareció a finales del siglo XIX.

Por ello, las bodegas elaboran el que será en pocas semanas el vino emblema del Valle del Guadalhorce: vino de la Algarbía. Este caldo nace dentro de el club gastronómico Saborea Guadalhorce integrado por media docena de establecimientos hosteleros de la comarca como el restaurante Los Caballos, en Álora, restaurante Cortijo del Arte, en Pizarra o el complejo turístico La Garganta, en El Chorro.

Allí de manera exclusiva se podrá consumir este vino tan especial, y que forma parte de una campaña para fomentar el turismo gastronómico en la comarca, con el principal atractivo de los productos del Valle del Guadalhorce.

Enrique, con 58 años, casado y con dos hijas, fue desde muy joven una persona de éxito en el mundo empresarial, pero con el paso de los años fue descubriendo que no era la mejor vida que podía vivir. Tras ser despedido de la empresa para la que trabajaba, decidió que aquella finca de 15 hectáreas que había adquirido en Cártama le serviría para poner en marcha su gran sueño, montar una bodega y producir el vino Cártama Siglo XXI.

Su aventura empezó con 200 cepas de vid en la zona del Pago de Viñas Viejas a 300 metros sobre el nivel del mar en la Sierra Clara de Cártama. Sin ninguna tradición familiar, Enrique es un gran amante del vino que «empezó por simple afición», tal y como señala este empresario. «Empezó como un hobby, quería hacer mi propio vino pero para mí, y me fui metiendo, metiendo y he llegado al punto de no retorno», narra.

En este momento, «aunque mantener la bodega y sacarla adelante tiene muchísimo trabajo, no lo cambio por nada», asegura Enrique, que ya cuenta con unas dos hectáreas y media de terreno con cepas de vid. Con una producción de unos 3.500 kilogramos de uvas que dan para unas 3.000 botellas del vino Cártama Siglo XXI.

«La calidad del vino se consigue con la extraordinaria calidad del fruto», afirma Enrique, mientras nos enseña sus vides, cuidadas con el máximo cariño, sus cinco variedades: Tempranillo, Garnacha, Merlot, Cabernet Sauvignon, y Sirach. Con una mezcla de todas ellas, elabora su vino que se almacena en los depósitos de fermentación a entre 24 y 26 grados.

Tras este proceso, los caldos pasan unos cuatro meses en barrica de madera de roble americano y francés, lo que deriva en «un vino duro, potente en el que la madera suaviza y aporta aroma», cuenta. Este vino «coupage» de cinco uvas diferentes tiene una graduación de 13,5 grados «con sabor y olor a fruta madura, ligeros toques torrefactos y un retrogusto persistente», explica.

Por todo ello, desde 2011 su vino llega hasta la cuna del vino tinto francesa. La región de Alsacia está considerada una de las regiones vitícolas de Francia por excelencia. Hasta allí, hasta el hotel Julien llega el vino Cártama Siglo XXI que será de la Algarbía.