Miguel Urbaneja Arana, El Curruco, no sólo nació con un pan debajo del brazo. Llegó a este mundo rodeado de panes, harina, leña....Desde hace casi 200 años, la familia Urbaneja mantiene intacta la tradición de la elaboración del pan totalmente artesanal, en la localidad de Coín, y es por todos conocidos el pan de La Curruca.

En torno a 1820, la bisabuela de Miguel construyó, junto a unos albañiles, el horno que aún hoy cuece el pan que elabora La Curruca. De los seis hijos que tuvo, la abuela de Miguel, Rafaela, quedó a cargo del horno. Y más tarde, fue Juan Urbaneja, el padre de Miguel, quien se ocupó la panadería, «a pesar de que era una persona muy inteligente y constante, no pudo estudiar y fue quien mantuvo el negocio», explica Miguel. Pero, con 44 años falleció Juan, y fue Francisca Arana quien quedó en la dirección del negocio familiar de su marido, con 38 años. Así, viuda y con dos hijos a cargo, «decidió continuar sola, y de no tener nada fue capaz de sacarnos adelante, de pagar la casa y la panadería y darnos unos estudios a mí y a mi hermana», narra Miguel, orgulloso.

Ahora, Miguel y su mujer Santi dirigen un negocio que da trabajo a unas seis personas más, entre obradores y repartidores de pan. Aunque, evidentemente la crisis también les toca, no renuncian a sus principios, y en la panadería La Curruca, mote procedente de su abuela Rafaela, no participa ninguna máquina en los procesos de elaboración del pan. «La única máquina que tenemos es la cortadora de pan, y porque muchos no se llevan el pan sin cortar», cuenta.

Y es que Miguel no conoce ni un momento de su vida sin la panadería. «Cuando salía del colegio iba con un carrillo de mano repartiendo pan», cuenta, mientras recuerda que «siempre quienes más han valorado nuestro pan han sido las personas más humildes». El Curruco estudió Empresariales y realizo el curso para la obtención del Certificado de Aptitud Pedagógica (CAP) pero decidió continuar con el negocio familiar.

Su jornada laboral empieza a las nueve de la noche. Comienzan con la elaboración de las casi 400 piezas de pan que venden cada día por numerosos puntos de la provincia. De lunes a sábado, el 70 por ciento de su pan llega a Monda, Ojén, Marbella, Mijas, Fuengirola, Coín, Alhaurín de la Torre y Alhaurín el Grande. El resto lo venden en el despacho de pan que tienen en el obrador de La Curruca, en la calle Cañuelo de Coín.

Pero ahí no queda, porque el pan de La Curruca llega hasta Bilbao. «Una familia que estuvo varios años viviendo en Coín y nos compraba el pan se trasladó a Bilbao. Sus dos gemelos comían nuestro pan desde muy pequeños, y ahora, con 15 años, sólo quieren nuestro pan y les mandamos al mes unos 20 panes», cuenta El Curruco.

Único, es la palabra que mejor describe el pan de La Curruca. Amasado de manera totalmente manual, con la levadura o masa madre que se mantiene desde 1820, en los comienzos del obrador, y horneado en horno de leña, en la actualidad es muy difícil encontrar un pan tan artesanal.