Leonor, la niña de seis años cuyo cadáver fue encontrado en la cama poco después de que su padre fuera hallado ahorcado en su casa de Campillos, sufrió un edema pulmonar que supuestamente le provocó una ingesta masiva de medicamentos. Los cadáveres fueron encontrados cuando el tío materno de la niña fue a recogerla el día acordado para llevarla al tren de vuelta a Mataró (Barcelona), donde vivía con su madre, después de pasar toda la Semana Santa con el padre.

Según ha podido saber La Opinión de Málaga, la autopsia practicada ayer en el Instituto de Medicina Legal de Málaga reveló que la niña tenía los pulmones encharcados, aunque los forenses no certificarán el motivo exacto de su fallecimiento hasta que el Instituto de Toxicología de Sevilla emita el informe definitivo de las muestras extraídas del cuerpo de la pequeña. Fuentes cercanas a la investigación aseguran que el resultado de las pruebas forenses encaja con la escena del crimen y con el presentimiento de los investigadores, ya que la Guardia Civil encontró en el domicilio de la niña una tableta vacía de antidepresivos que creen que su padre le suministró. Las pruebas complementarias podrían estar listas en una semana gracias a que el caso ha sido catalogado de prioritario.

Por otro lado, ayer se supo que el juzgado que condenó en diciembre a Diego por amenazas sobre su expareja es el mismo que estableció el régimen de visitas de la niña presuntamente asesinada por su padre y el mismo que abrió diligencias previas contra el fallecido por otros presuntos malos tratos que finalmente se archivaron. Así viene reflejado en la sentencia con la que el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción y Violencia de Género número 3 de Antequera, con fecha de 3 de diciembre, condenó a este hombre a seis meses de prisión y le prohibió comunicarse y acercase a su expareja a menos de 500 metros durante dos años por decirle dos días antes «que la iba a matar». En el mismo fallo, las medidas civiles establecieron un régimen de visitas a favor del padre de los días 21 y 29 de diciembre, la guarda y custodia de la niña a la madre con residencia en Mataró (Barcelona) y otras medidas como la pensión.

Según informó ayer el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), la defensa pidió en el juicio la sustitución de la condena de cárcel de Diego por programas de formación, ya que no tenía antecedentes penales. Con el beneplácito del fiscal, el magistrado accedió con la condición de que no volviera a delinquir durante dos años. Por su parte, el TSJA también informó de que el pasado 27 de marzo el mismo juzgado dictó «sentencia de divorcio de mutuo acuerdo» por la que se aprobó el convenio regulador propuesto por los cónyuges. «Según dicho convenio, la guardia y custodia de la hija recae en la madre. En el régimen de visitas, se fija que las vacaciones de Semana Santa correspondería disfrutarlas íntegramente al padre», reza el comunicado del alto tribunal, que añadió que en 2011 el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción 3 de Antequera archivó unas diligencias previas contra Diego a raíz de la denuncia de su pareja por malos tratos que finalmente se archivaron al no querer declarar ella.

Cientos de vecinos de Campillos acudieron ayer a los funerales de la pequeña de seis años fallecida y al de su padre, que se desarrollaron por separado en la iglesia Santa María del Reposo a las cuatro y media y seis de la tarde, respectivamente. El féretro de Leonor llegó al templo a las cinco menos cuarto de la tarde. A pesar de las circunstancias trágicas que su muerte y el ahorcamiento del progenitor, el silencio y el respeto reinó en la plaza de la localidad como muestra de apoyo a ambas familias mientras intentaban asumir los acontecimientos. El funeral se desarrolló con las puertas cerradas y el templo lleno, incluso decenas de personas tuvieron que esperar fuera para dar el pésame a los familiares. «Yo nunca antes había visto aquí un entierro con tanta gente», aseguraron. La madre de la menor, recién divorciada del padre de la niña, vivía en Mataró desde hace cuatro meses, y se trasladó el lunes hasta Campillos junto al abuelo materno de la pequeña para acudir al entierro arropados por cientos de familiares y amigos. Accedieron al templo por una puerta trasera pero salieron por la principal.

Además del dolor, a los vecinos de Campillos les asaltaba la duda sobre qué es lo que pasó por la cabeza de Diego. «Era un muchacho educado y estaba muy contento con la visita de la niña. No era persona problemática ni de la que se hablara de problemas familiares», añadieron algunos de los asistentes al sepelio. De ahí la sorpresa al trascender la noticia de la denuncia por malos tratos y la orden de alejamiento que había sobre el padre. Así, había una prohibición de acercamiento y comunicación hacia su expareja durante dos años, pero no respecto a la menor. Hoy el pueblo cumple el segundo día de luto oficial mientras se recupera de este duro palo que, como aseguraron ayer, «nunca olvidarán». Mientras esperan los resultados definitivos que determinen las causas de la muerte de la niña que, según el alcalde, Jesús Galeote, podrían tardar varios días.