Un grupo de cinco investigadores ha encontrado en un arroyo de la Sierra Alpujata una familia de insectos prehistóricos, únicos en la Península Ibérica. Este insecto acuático pertenece a una familia de los nevrórtidos, un extraño grupo de neurópteros con tan sólo 14 especies en todo el mundo.

El hallazgo se produjo hace dos años, en concreto el 18 de abril de 2010, cuando un grupo de investigadores estudiaba los invertebrados acuáticos en la cuenca del río Grande, y «por casualidad» dieron con larvas de insecto de esta nueva familia, reconocida como fósil viviente. «Se le otorga esta denominación ya que son organismos que no han cambiado durante mucho tiempo», explicó ayer el biólogo Óscar Gavira, uno de los investigadores. En el hallazgo han participado también Salvador Sánchez, miembro de la Asociación Cultural Medioambiental Jara, de Coín; Patricia Carrasco, Javier Ripoll y Salvador Solís.

La peculiaridad del hallazgo es que se trata de una familia que se ha localizado en tres regiones muy distantes entre sí: en el extremo oriental de Australia, bajo el nombre de austroneurorthusen; en Japón, China y Taiwán, bajo la denominación de nipponeurorthus ; y en la cuenca mediterránea bajo la nomenclatura de nevrorthus.

De ello, según Gavira, se desprende que esta familia habitó las sierras litorales de Pangea -el supercontinente que existió al final de la era Paleozoica y comienzos de la Mesozoica, y que agrupaba la mayor parte de las tierras emergidas- quedando arrinconada en pocas regiones del planeta tras la separación de los continentes.

Todo ello, hace unos 200 millones de años, cuando los dinosaurios dominaban la Tierra, «y no ha cambiado de aspecto desde entonces», precisó el biólogo.

Y es que la familia de los nevrórtidos tienen larvas acuáticas «algo poco frecuente entre los neurópteros, orden a la que pertenece esta familia; mientras que los adultos son insectos alados y llevan una vida aérea», dijo Gavira.

De hecho, habitan siempre en sierras litorales, en ríos bien conservados y de aguas limpias. Además, entre sus peculiaridades se encuentra la carencia de ano y que su boca se abre al final de las poderosas mandíbulas con las que absorben los líquidos corporales de sus víctimas, principalmente gusanos acuáticos.

Dada la extrema rareza de estos organismos, «durante el estudio tan sólo se han encontrado cuatro larvas y no se ha podido localizar ningún adulto, por lo que se desconoce si puede tratarse de una especie nueva para la ciencia», explicó Óscar Gavira, quien destacó que la primera de las larvas halladas se encuentra en el Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid, mientras que las tres restantes están custodiadas por el grupo de investigadores para continuar los estudios.

Ahora, buscan el macho adulto para certificar la especie, y lo hacen, de noche con trampas de luz, mientras que las larvas las hallaron con unas redes depositadas en el arroyo y en las que los insectos quedan enganchados, al mover los sedimentos.

@rociocillana