­Hace cerca de 40 años la orden religiosa de Cuevas Bajas promovió la creación de la Cooperativa Textil La Inmaculada. Decenas de mujeres han pasado por sus máquinas a lo largo de estos años, hasta que sus destinos se vieron truncados el pasado año con una multa de 42.000 euros, que les ha llevado a darse de baja en la actividad para poder afrontarla, quedando en la calle una quincena de empleadas.

Según explicó a La Opinión de Málaga, María Dolores López, encargada de la cooperativa, trabajan durante unos ocho meses al año y el resto se dan de baja «para que la costura nos sea rentable. La cosa no está para tirar cohetes, pero así íbamos tirando y tampoco engañamos a nadie».

Durante el cambio de temporada una inspectora de Trabajo se acercó a las instalaciones que esta cooperativa conserva en la calle La Ronda sin número. En la fábrica se encontraban algunas chicas que estaban en proceso de aprendizaje para incorporarse a la cooperativa al inicio de la temporada. «Tuvimos la mala suerte de que pillaron a tres personas que se encontraban probando las prendas y enseñando a otras niñas», expuso López.

Para más inri algunas de las que se encontraban en el lugar «por miedo a que les pudieran una multa salieron corriendo, lo que nos salió aún más caro porque nos pusieron la multa más alta que nos podían haber puesto», añadió.

Por esta escena, la inspectora de Trabajo consideró que se había producido desacato a la autoridad sumado a la multa por irregularidad en las contrataciones. La sanción, que fue fraccionada, terminarán de pagarla en 2018.

Todo ello supuso que la mayor parte de las socias hayan abandonado la cooperativa, quedando tan sólo ocho que se niegan a dejar la actividad definitivamente e intentan afrontar la deuda con ayuda de familiares y amigos, para empezar, a medio plazo, desde cero.

La única salida a esta pesadilla que plantean, según expuso María Dolores, pone sus miras en la venta de la nave de 500 metros cuadrados por los 316.000 euros que está valorada. Dicha infraestructura cuenta con sala de talleres y dos plantas, estando totalmente adaptada para personas minusválidas.

«Es lo único que nos salvaría para cubrir la multa y pagar a las socias de la cooperativa que se han tenido que salir para quedar en paz con todos y empezar desde el principio en otro local más pequeño», indicó López.

Así, estas obreras textiles, que han confeccionado ropa de gama media alta, incluso para los diseñadores Victorio y Lucchino, marcas como Cortefiel o para algunas marcas italianas, intentan vender lo único que tienen.

Y es que el teléfono no para de sonar para ofrecerles trabajo de costura, pero se encuentran atadas de pies y manos hasta que no paguen la deuda que tienen.

«No nos conviene trabajar en este momento, si no, sólo pagaríamos la multa, no cobraríamos nada, porque tenemos que pagar la Seguridad Social, la luz de la nave y las trampas. Nos supone ahora mismo más gasto trabajar», lamentó María Dolores.

«Yo empecé a trabajar aquí hace 37 años y ahora mira como nos vemos. Nos han arruinado la vida», comentó entristecida López, quien espera que la nave se venda, porque no pierden las esperanzas de retomar la actividad y seguir siendo un referente en costura a nivel provincial.