­ Francisco Moreno mueve la puerta corredera y surge un paisaje que habría conmovido a Indiana Jones pero que en los años 60 y 70 del pasado siglo también conmovió a arqueólogos de carne y hueso como Manuel Ríu o Rafael Puertas. «El 85 por ciento de la gente de Coín no conoce esto», cuenta.

Pese a estar pegado al casco antiguo, muy cerca de la Alameda de Coín, pocos conocen el monumento más antiguo del pueblo, un conjunto de 246 metros cuadrados, los que ocupan cinco majestuosas cuevas rupestres talladas en la piedra caliza, las tres centrales comunicadas. Una de las naves además -la segunda- es una iglesia rupestre.

Construido entre los siglos IX y X después de Cristo por los mozárabes (cristianos bajo dominación musulmana), el conjunto «debió tratarse de un auténtico monasterio suburbano, en el que suponemos una comunidad organizada y relativamente importante», escribía Rafael Puertas en su monografía sobre las iglesias rupestres de Málaga en 2006, al tiempo que indicaba que las cuevas debieron de ser las habitaciones de la comunidad, con la excepción de la iglesia.

Este desconocido tesoro arqueológico, que además incluye un lienzo de la muralla árabe que rodeó Coín, es propiedad de la familia Moreno desde 1955, aproximadamente, y hasta 2008 ha servido de aserradero. «Esto lo compró mi padre, José Moreno, porque era carpintero, tenía con varios hermanos una carpintería al principio del pueblo y como no cabían se independizó», cuenta su hijo Francisco, que es propietario de la parcela junto con sus dos hermanos y ha continuado con el trabajo paterno al frente del aserradero.

Francisco vive en una casa de dos plantas que su padre levantó en los terrenos, junto a las cuevas, que además de almacén y lugar de trabajo durante lustros también fueron un lugar envidiable en su niñez: «Nosotros salíamos del colegio y veníamos con los amigos a jugar al pilla-pilla o al escondite porque siempre había madera».

La entrada de las dos primeras cuevas aparece engullida por un edificio de vecinos que asciende por la pared de roca y llega hasta arriba, la Cuesta de los Almendrillos, aunque hay dos grandes huecos abiertos y todas las cuevas se pueden visitar. «Hace mucho tiempo mi padre vendió la parte de arriba y como esto era nuestro, los cimientos los tuvieron que poner abajo», cuenta Francisco, que explica que en ese bloque hay tres viviendas.

Las cuevas rupestres, desprovistas hace años de los enseres del aserradero, bien pueden transportar al visitante a las casas de piedra de Anatolia y no tienen nada que envidiar a las famosas ruinas de Bobastro.

Las palomas sobrevuelan las bóvedas talladas, los respiraderos y contrafuertes que simulan sujetar esta Naturaleza domada y se posan sin ningún complejo en las hornacinas de la vieja iglesia rupestre, con tres partes bien delimitadas por diferentes alturas (pies, nave y presbiterio).

Además, hay huellas de que un cancel separó el altar de los fieles y el desconocido artista también labró en el templo un tejado a dos aguas. ¿Se sentirían así más arropados los cristianos en esos tiempos turbulentos?

Por el pasillo que comunica las tres naves centrales, de unos 7,50 metros de altura en algunos puntos, los haces de luz dibujan arabescos en las piedras. En la tercera de estas naves Francisco señala un hueco al fondo, en lo más alto de la pared. «Está tapado, da a una finca por detrás. Lo tapó mi padre para que no nos metiéramos por ahí», destaca mientras se dirige a la cueva más heterodoxa, en forme de ele. «Era el dormitorio de los monjes», cuenta.

Cuando estuvo funcionando el negocio familiar la nave se utilizó para secar madera con un horno, por eso tiene una cancela. Delante, por cierto, hay un pila en la que se mojaban las varas para poder doblarlas y hacer canastas, aunque como resalta, el aserradero se ha dedicado fundamentalmente todos estos años a hacer palés con madera de pino.

«Todo esto es Historia», cuenta José, hermano de Francisco, que acaba de llegar. A su lado está su hijo Carlos, a punto de terminar Historia del Arte y que como trabajo fin de carrera, como no podía ser de otra manera, ha elegido las cuevas rupestres de la familia. «Esto es lo más antiguo que existe de la Historia de Coín», resume.

El futuro de las cuevas

La familia Moreno es consciente de la importancia de la propiedad familiar en la que sigue viviendo y ha trabajado durante décadas y está en negociaciones con el Ayuntamiento de Coín.

«Esto es de Coín y se tiene que quedar en Coín y sólo pedimos un acuerdo justo, que si esto vale 5 duros no puedes pedir 25 duros, no es correcto; ahora, si esto vale 5 duros, yo quiero que a mí me den 5 duros», resume Francisco Moreno, que señala que la familia está dispuesta a cualquier solución: «Estamos abiertos a venderlo por un precio justo, a alquilarlo para que tenga una explotación cultural... no nos cerramos a una solución».

Una de las instituciones que más ha luchado por dar a conocer las cuevas y recuperarlas es la Fundación García Agüera por el Arte y la Cultura en Coín, nacida hace una década. Ya en 2008 Francisco Marmolejo, director del archivo histórico de la fundación, redactó un completo informe sobre este olvidado tesoro arqueológico y la fundación lo acompañó de la petición a la Junta de Andalucía de que el conjunto monumental se incluyera en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. Sin embargo, como explica José Manuel García Agüera, los trámites para declarar el conjunto Bien de Interés Cultural comenzaron en 1995, hace 20 años, y todavía no han concluido. «Es un expediente que se ha eternizado», lamenta.

El presidente de la fundación recuerda que las cuevas forman «el conjunto monumental más importante, el más antiguo y está ligado a la propia fundación de Coín». José Manuel García Agüera se congratula de que haya buena disposición por parte de la familia propietaria. «Hay condiciones para que se busque una fórmula jurídica imaginativa, de acuerdo con el Ayuntamiento o con alguna otra institución que también pueda apoyar. La ley te permite más fórmulas, no sólo la compraventa», destaca.

Para Isabel Urbaneja, concejala de Cultura de Coín, gracias a la familia Moreno «las cuevas están en pie, un valor que hay que poner en alza». La concejala confirma que el Ayuntamiento está hablando con la familia. «Es un proyecto a largo plazo pero puede ser todo lo ambicioso que queramos. Estoy convencida de que llegaremos a un acuerdo».

La responsable de Cultura también está convencida de que este sorprendente conjunto de cuevas rupestres mozárabes será uno de los grandes atractivos de Coín y un motivo más para visitar el pueblo.