En la segunda mitad del siglo XIX Málaga contaba con uno de los puertos más importantes de España aunque con la carencia del transporte terrestre. La expansión ferroviaria en la provincia de Málaga llegó de la mano de la burguesía de mediados del siglo XIX. A las familias más adineradas de Málaga, como los Loring, Heredia y Larios, se les presentó un escenario en el que latía la necesidad de transportar los productos que se producían en las zonas agrícolas al interior de la Península y viceversa.

Los sobresalientes intereses económicos motivaron la construcción del primer tren de mercancías y viajeros con línea Málaga-Córdoba. Toda una revolución en su tiempo, convertida en la obra de ingeniería más importante de la segunda mitad del siglo XIX en España.

El 15 de agosto 1865 el tren circuló por primera vez por Bobadilla Estación, cumpliendo sus primeros días de vida con el movimiento del ferrocarril en torno al que creció. Las tierras que ahora ven transitar los vagones fueron cedidas por el ministro de Fomento, el marqués de la Vega de Armijo y conde de Bobadilla, Antonio Aguilar Correa Fernández.

Las primeras viviendas fueron construidas por las compañías ferroviarias para sus trabajadores llenándose de vida con el paso de los años.

No han corrido la misma suerte otros núcleos creados con el mismo origen. Y es que en torno a la línea Málaga-Córdoba nacieron tres poblacionales: Campo Real, Los Prados y Bobadilla. El primero desapareció, mientras que el segundo se encuentra engullido por la ciudad de Málaga.

Bobadilla Estación vio pasear por sus calles viajeros procedentes de todas las partes del mundo mientras esperaban embarcar en el próximo tren.

Los transeúntes eran recibidos con los brazos abiertos por aquellos que vivían gracias a esas paradas interminables. Los acogían en los muchos restaurantes que se repartían por la zona o en el hotel de Bartolo y de Anita, que desapareció hace años.

El trasiego de personalidades de toda la geografía mundial ha formado una sociedad cosmopolita a pesar de su enclave rural.

Miles de personajes de relevancia internacional han paso por Bobadilla a lo largo de los años, como es el caso del escritor americano John Dos Pasos que «califica a Bobadilla de encrucijada de los siglos, de los tiempos y de las Españas. Una estación donde todo el mundo trasborda, llena de moros, judíos, marroquíes, de franceses o ingleses», recuerda la presidenta de la Asociación El Raspilla de Bobadilla, Juana Alarcón, quien destaca la buena impresión del escritor, quien apuntó que «le gustaría haber hablado aun más de la música de Falla y la Estación de Bobadilla».

Transcurrido más de un siglo un porcentaje alto de la población sigue conservando un lazo muy estrecho con el ferrocarril por su pasado o por su presente. De hecho, Bobadilla estación ha exportado trabajadores ferroviarios a toda la geografía española, según expone Francisco Reina, miembro de El Raspilla.

Al final de los años 70 y principios de los 80, la posición de Bobadilla entra en declive por la supresión de servicios, el desarrollo de las carreteras y la versatilidad del camión para el transporte de mercancías.

El declive de este pueblo ferroviario fue a más en 2006, tras la inauguración de la estación del AVE de Santa Ana, momento en el que se produjo una desviación del tráfico ferroviario y Bobadilla dejó de ser el nudo férreo.

De un tiempo a esta parte su población se ha visto incrementada por aquellos que han retornado tras unos años de emigración o en la búsqueda de una vida más economía, plácida o tranquila.

Siglo y medio después, este pueblo ferroviario sueña con recuperar el brillo de antaño. Sus habitantes, según resalta Alarcón, vislumbra la vuelta a los buenos tiempos a través del proyecto del Puerto Seco. Un proyecto que Bobadilla Estación espera que sea punto de convergencia de mercancías para que sus calles vuelvan a sentir la riqueza ferroviaria de aquellos años dorados.