­Un deseo hecho realidad. Así se resume el traslado a Alpandeire de los restos mortales del religioso Fray Alejandro de Málaga, que tuviese la ocasión de acompañar y cuidar a Fray Leopoldo de Alpandeire durante sus cuatro últimos años de vida. Ese periodo fue determinante para haber pedido que una vez fallecido sus propios restos mortales fuesen conducidos hasta «el pueblo de su maestro», en vez de reposar en el panteón del Convento de Capuchinos.

El fraile capuchino conoció a Fray Leopoldo a los 24 años y con posterioridad dejó un «vasto legado artístico y humano», como apunta José Barragán, escritor e íntimo amigo suyo. Ahora aquel deseo se ha hecho posible, como certificó la misa celebrada días atrás y oficiada por Fray Rafael Pozo en la Iglesia de San Antonio de Padua, en la localidad serrana de Alpandeire. Amigos y familiares de Fray Alejandro acudieron a esta ceremonia religiosa en compañía de vecinos del propio municipio y representantes municipales.

La personalidad arrolladora de Fray Leopoldo, junto a sus virtudes y a su inquebrantable fe cristiana, marcaron profundamente y de por vida a Fray Alejandro, como también apuntaron algunos de los presentes. Una vez terminada la ceremonia religiosa, los allegados procedieron al traslado de las cenizas del fraile hasta el cementerio de Alpandeire, donde reposarán hasta el momento en el que finalicen las obras de construcción de la ermita en honor a Fray Leopoldo, donde serán llevados sus restos definitivamente.

Fray Alejandro, junto con la Plataforma Nuevos Amigos de Fray Leopoldo, fue en vida uno de los nombres propios, a modo de «gran promotor» para la construcción de dicha ermita en honor al beato, ya que desde el primer momento «participó, apoyó y se involucró en un proyecto tan significativo», según apuntan los propios familiares.