­Antonio Galindo, de 48 años, es un vecino de Alameda que desde pequeño desarrolló una afición nada habitual. En lugar de coleccionar objetos comunes, ha dedicado su vida a recorrer toda Andalucía y parte del territorio nacional para hacerse con prensas y molinos antiguos de aceite, vino y cereal que las distintas empresas o fincas privadas ya no necesitaban.

Así, este apasionado del campo andaluz ha conseguido reunir hasta la fecha unos 70 molinos y prensas de distinto tipo, aunque en mayor medida ha adquirido aquellos elementos dedicados a la producción de aceite de oliva virgen extra. Esta cifra supone que Antonio cuenta con la colección de molinos y prensas más grande de España, seguida a mucha distancia por otra existente en Lérida y que apenas alcanza las 20 piezas.

El camino hasta lograr tal magnitud de elementos de molienda no ha sido fácil para Antonio. Con rostro alegre recuerda cómo rescató uno de sus molinos en los Montes de Málaga, concretamente uno de origen árabe y que data del siglo XIV: «Se encontraba en una finca privada que no era accesible para los vehículos, por lo que tuve que contratar mulos para sacar el molino pieza por pieza».

De esta manera, el coleccionista malagueño dispone de piezas de todas las épocas, de distintos orígenes y siempre con un requisito fundamental: que los molinos funcionaran gracias a la fuerza humana. Antonio también cuenta con orgullo cómo consiguió ocho prensas hidráulicas procedentes de la fábrica de Pallarés en Cabra: «Tuve que desplazarme hasta la chatarrería en la que iban a ser fundidas para evitarlo».

El conjunto de molinos y prensas que forman la colección serán parte de la muestra que se instalará en el que será el Centro de Interpretación del Campo Andaluz, que se localizará en el Caserío de San Benito, en el término municipal de Antequera. Este centro está previsto que se abra al público definitivamente dentro de un año, aunque ya se puede visitar un 25 por ciento del mismo.

«Cada molino tiene una historia y mucho esfuerzo. Por ello, no me quiero morir sin ver toda la colección completamente instalada y puesta en valor», señala Antonio, quien recalca una y otra vez que esta pasión responde a su idea de «luchar por nuestra cultura, porque ésta no se pierda, ya que el aceite es un alimento milagroso». Mientras le quede ilusión, le seguirán quedando fuerzas para evitar la pérdida de muchos más molinos antiguos.