Almargen es una de las localidades de la provincia de Málaga con mayor producción de ganadería porcina junto a Campillos y Teba, alcanzando el 90% en su conjunto. Un escenario que produce emisión de gases a la atmósfera (amoniaco y metano), lo que a su vez conlleva fuertes olores que perjudican a ganaderos y vecinos.

En el territorio que abarca este municipio se reparten hasta 60 granjas porcinas, cuyo desarrollo diario provoca la emisión de importantes toneladas de purines, es decir, estiércol con restos de animales, excrementos y agua de lavado. Actualmente, esta materia se almacena en balsas durante varios meses hasta que se depura por el efecto de la evaporación y posteriormente se utiliza como abono. Sin embargo, las cantidades que generan las ganaderías no tienen tanta cabida en el campo, lo cual supone un esfuerzo para los ganaderos a la hora de deshacerse de los residuos.

La parlamentaria de Equo Carmen Molina incide en que al tratarse de una «ganadería intensiva» el vertido de abono depurado en balsas «es continuo, por lo que puede provocar la contaminación de los acuíferos, ya que hasta ellos también llegan los antibióticos que los animales ingieren». «La regeneración de los suelos es cada vez menor, ya que se trata de una producción ganadera concentrada», resalta Molina.

En este sentido, el miembro de la mesa provincial de Equo Málaga Miguel Báez también destaca el problema generado en los acuíferos por los purines y habla del fenómeno de las explotaciones migratorias. «Cataluña es una región donde hay muchas explotaciones porcinas y tienen enormes problemas por la gran cantidad de acuíferos que se encuentran imposibilitados por la filtración de los purines. Se están reduciendo los permisos para la creación de nuevas explotaciones porcinas, que se están viendo obligadas a migrar al sur, ya que es difícil trasportar los purines lejos de la propia granja, al estar principalmente formados por agua», manifiesta Báez.

Por su parte, el secretario de COAG en Málaga, Juan Antonio García, considera que «si se hacen las cosas bien, no hay problema por utilizar los purines como abono». García entiende que la mejor solución sería trasladar los purines hasta la planta de biogás de Campillos, aunque los ganaderos sostienen que no sería rentable por tratarse de una empresa privada, además de no poder asumir tal cantidad de producción.

Sin embargo, Almargen ya tuvo hace más de 15 años una solución temporal al problema de los purines. Santiago López, investigador y empresario, construyó a finales de los 90 una depuradora por encargo de la Cooperativa Agroolivarera San Cosme y San Damián que, según el creador, «funcionaba perfectamente y podría haber sido un referente a nivel internacional». La depuradora, que contó con una inversión de 120 millones de las antiguas pesetas, filtraba los purines para obtener agua depurada y abono.

Tras dos años, la depuradora cerró. López considera que los ganaderos dejaron de llevar los purines ya que la cooperativa comenzó a cobrar por ese servicio y se dejaron de comprar los productos químicos necesarios. Cree que el cierre no responde a motivos económicos, ya que «el coste era de tan sólo 1,60 euros el metro cúbico de depuración».

El gerente de la cooperativa, José Antonio Jiménez, sostiene que «el coste de la depuradora se incrementó y los resultados tampoco fueron los esperados». Asimismo, insiste en que la instalación de la depuradora les «costó el dinero» y «no salían los números», lamentando que hasta la fecha «no exista una alternativa fiable».

De momento, los vecinos y ganaderos de Almargen continúan padeciendo los efectos negativos de los purines. El más palpable es, sin duda, el olor que éstos generan, de manera más remarcada en verano. La solución, sin embargo, parece lejana en el tiempo.