­Querido Manolo: hace sólo unos días nos hacíamos esta foto en tu querida Antequera, junto al Dolmen, con la Peña detrás.

Estuviste con todos nosotros cuidando cada detalle, para que lo pasáramos fenomenal en la visita que nos preparó Bartolomé y a la que no quisiste faltar, aunque ya nos decías que no estabas bien...

Y luego el almuerzo... ¡Cuantas confidencias! ¡Qué buen rato pasamos! hablando y saboreando el exquisito menú que, por tu mediación, nos habían preparado tus amigos del restaurante, que también te admiran y te quieren.

¿Cómo íbamos a poder imaginar que veinte días después te ibas a marchar para siempre?

¡Que palo más grande! y encima me ha pillado fuera de Málaga y sin posibilidad de llegar a tu entierro.

Sabes que para mí siempre has sido un referente; a quien admiraba muchísimo y a quien quería también mucho.

Porque tú te hacías siempre querer.

Eres de las personas más buenas que he conocido en mis más de sesenta años, de las más serviciales, todo ello con naturalidad, humildad, cercanía y cargado de EXCELENCIA, como ahora nos gusta decir, y buen hacer.

Siempre vivirás en mi mente y en mi corazón, así como en las de miles de personas, en el recuerdo agradecido de decenas de miles de personas.

Algunas personas de Antequera me comentan como cuando eran niños y «no existía Wikipedia ni Internet» acudían a la Biblioteca o al Museo y siempre encontraban allí al bueno de Don Manuel dispuesto a ayudarles a buscar bibliografía, información y recursos para hacer sus trabajos, para saber más y ser orientados por el sabio, a la vez erudito y amable, cercano, disponible; dando mucho más de lo que se le podía, con la sonrisa y la mano tendida.

Te has ganado el CIELO, disfrútalo y desde allí cuida de nosotros.

Las tres Academias de Málaga y Antequera hemos perdido físicamente un parte importantísima, irrepetible e irremplazable de nuestro patrimonio.

Un fortísimo abrazo.

*Fernando Orellana Ramos es presidente de la Academia Malagueña de Ciencias