Los vecinos de Coín podían estar viviendo hoy una auténtica tragedia de no ser por la rápida actuación de un farmacéutico de la localidad que no dudó en jugarse la vida para salvar a sus clientes de un percance mayor.

Eran en torno a las diez y cuarto de la mañana. La jornada transcurría con normalidad como cada día, en esta localidad del Valle del Guadalhorce de poco más de 20.000 habitantes. La farmacia que regenta el coineño Rafael Álvarez Martín en la esquina entre las calles Pozo Solís y Manuel García estaba llena de clientes.

Sin que se conozcan las causas, en un momento dado, un hombre de mediana edad, entró en la farmacia con una maleta de medianas dimensiones y comenzó a dar voces. «Creo que decía algo de unas medicinas pero la verdad es que no se le entendía nada; no paraba de gritar», explica el boticario.

El hombre era un vecino conocido en el pueblo y que padece una enfermedad mental. En cuestión de segundos, mientras el farmacéutico y dos de sus auxiliares atendían a los clientes, el individuo abrió la maleta y sacó una garrafa de ocho litros.

El hombre comenzó a rociar el líquido por las dos entradas de la farmacia lo que provocó el pánico entre los clientes. «Notamos un fuerte olor a gasolina, miré y vi que estaba rociando las dos entradas a la farmacia. Fue cuestión de un segundo pero cuando ví que sacaba un mechero rojo del bolsillo izquierdo del abrigo, pensé: O hago algo, o aquí morimos todos».

Rafael Álvarez Martín no se lo pensó dos veces, salió corriendo del mostrador ante la mirada atónita de los clientes, y se avalanzó sobre el individuo, lo agarró por el cuello y lo sacó del establecimiento antes de que pudiera cometer una locura. «Si hubiera prendido la gasolina habría ocurrido una tragedia porque roció las dos entradas y nadie hubiera podido salir de allí», explica el farmacéutico.

Una vez en la calle, Rafael Álvarez Martín retuvo al hombre y pidió auxilio a los viandantes para que le quitaran el mechero que se había escondido en el abrigo. Un joven que pasaba en ese momento por la calle acudió en su ayuda y se lo arrebató.

Alertada la Policía Local, varios agentes se desplazaron al lugar y se llevaron al hombre al centro de salud. «No soy un héroe, he hecho lo que tenía que hacer. Lo que no entiendo es por qué a esta persona la hayan llevado de vuelta al piso tutelado en el que vive. Deberían llevarlo al psiquiatra de guardia y entrar en una unidad de agudos unos días para estabilizarlo. Estos enfermos deben estar controlados y estabilizados porque, si no, pueden cometer una locura. El sistema no funciona y cualquier día puede ocurrir una desgracia; estamos indefensos», comenta el boticario, mientras toma conciencia de que ha evitado que sus vecinos estén lamentando hoy una auténtica tragedia.