Ya son cuatro mudanzas en menos de cuatro años, la primera desde Humilladero hasta una casa de acogida en Málaga capital. A Cristina Gil López, ese itinerario le hubiese resultado «mucho más» soportable si no tuviese que afrontar en soledad las circunstancias especiales de sus hijos: Kevin, que a sus 3 años tiene que estar conectado a siete máquinas para sobrevivir, y Alexia, que con 7 años no aún carece de la «habilidad para poder colaborar» con su madre en algunos de los cuidados que requiere su hermano en el día a día.

«Hemos estado año y medio en la Casa Ronald McDonald, en Málaga, y también estamos muy agradecidos a la Fundación Olivares. Pero ya no pueden seguir ayudándonos más y la situación es complicada, porque en estas circunstancias yo no pudo trabajar», asegura esta madre. Cristina recuerda que en un principio la Fundación Olivares afrontaba no sólo gastos de alquiler y medicinas, sino que incluso le ayudaba con el gasto de luz en la vivienda.

«Luego salieron las ayudas para un alquiler social y estoy intentando que nos concedan una. Pero no nos dan ninguna seguridad y confiamos en no tener que vernos en la calle», añade la madre, emocionada, al ver cómo se le presenta un futuro «cada vez más negro». Confía en la ayuda de muchas personas, que a través de su cuenta en Facebook (Cristina Gil López) han mostrado su apoyo en caso de que ya no pueda hacer frente a las mensualidades del inmueble que actualmente ocupa. Pero tampoco tiene la certeza de que a corto plazo siga con liquidez para abonar todas y cada una de las facturas que le llegan. «Ahora mismo ni tengo fuerzas en el cuerpo», insiste.

«Necesito un alquiler social para tener la tranquilidad de que mis hijos tienen un hogar y no tienen que ir de aquí para allá con tanta inestabilidad. Además, la primera casa que tuvimos tras salir de Humilladero está destinada a pequeños con tratamientos temporales, no a pacientes crónicos como es el caso de mi hijo», abunda.

Muestra los dos tanques de oxígeno que están conectados a su hijo y otras máquinas que hacen llevadera la vida al pequeño de la familia. Observa asimismo la cama especial donde tiene que descansar Kevin, así como los aparatos de ortopedia que periódicamente tiene que renovar, debido a la edad del menor. «Con todo esto, es duro lo que tienes ante ti. Ahora no es que me estén echando de casa, pero me insisten en que tengo que buscarme la vida», señala.

Recuerda todos los escritos que ha tenido que remitir tanto al Ayuntamiento de origen, el de Humilladero, como al de la capital malagueña, donde reside ahora. Incluso enseña la solicitud para optar a una vivienda social en el sorteo de junio. «Hasta he tenido que empadronarme para poder recibir esperanzas. Porque es algo que no tenía hecho con tanto mudarme de sitio. Económicamente estamos mal y tampoco se entiende que si no estás en el padrón no puedes recibir estas ayudas», indica.

«Envié la documentación para la renta mínima, para otra ayuda que permita pagar comida, higiene y la ropa. Pero de momento no me ha llegado ni una ni otra. Hago desde este periódico un llamamiento al Ayuntamiento, a la Junta, al Instituto de la Vivienda. No puedo seguir mudándome. No tenemos un hogar y con todas estas máquinas el día a día es muy complicado sin la seguridad de dónde vas a estar mañana», finaliza.

En su llamamiento insiste en la falta de ropa que tiene para Kevin, que usa la propia de un niño de 3 a 4 años, así como de zapatos: «En su caso necesita del 26 porque la talla aumenta al tener material de ortopedia que tiene que llevar», concluye. Está dispuesta a abonar un máximo de 450 euros por la vivienda de alquiler, pero con la seguridad «de que sea para tiempo».