Hay algunas cosas que me gustan de El Príncipe. Hablo de la serie que estrenó el martes Telecinco contra Los misterios de Laura y Bienvenidos al Lolita, ganando sin matices. Me gusta El Príncipe como barrio que se retrata en la pantalla, el barrio del mismo nombre que se despeña por callejuelas de mil colores en Ceuta, y del que nos regalan imágenes muy bellas.

Me gusta El Príncipe como serie porque se emite en Telecinco, y aunque no me gustara a morir me gusta decirlo porque no es normal para Telecinco, que expulsa como una mala madre a los hijos que no comemos la porquería que nos echa a diario.

El Príncipe se ha cuidado, tiene buena factura, se hizo con amor. No pasa nada que el equipo apenas haya grabado en Ceuta. Es cine, es engaño, es truco. Del bueno. La historia, y los personajes ya están trazados en el primer capítulo. Hay policías que actúan como delincuentes, narcotraficantes, musulmanes y cristianos, moros, españoles, y amores que parecen imposibles.

José Coronado, Álex González, Hiba Abouk, y Rubén Cortada es el cuarteto sobre el que todo gira. Para que quedara constancia de que la cadena considera El Príncipe como una de sus grandes apuestas, al terminar, y como hacía Antena 3 con ´El tiempo entre costuras´, emitió un «cómo se hizo» y habló con actores, director, decoradores, o sea, quería dejar claro que no es una serie cualquiera.

Es lo que más me interesa de El Príncipe. Podía ser otra caca, pero no es así. Prefiero ver la botella medio llena, es decir, como el anuncio de que algo se mueve aunque sea a la fuerza en el reino antiguo, chocho y caduco de Paolo Vasile.