La RAE admite pixel -parte pequeña de las que forman una imagen-, pero no "pixelar", algo así como nublar, ocultar, o difuminar algunas zonas de una imagen. Así que pechos pixelados quiere decir que alguien, con programas digitales adecuados, se ha encargado de nublar, ocultar, o difuminar esos pechos, esos pezones, para que no se vean. Para que no se vean bien.

Esta estúpida censura, este cogérsela con papelito de fumar, además de provocarme un cabreo monumental porque se justifica para proteger a los pequeños de esa visión -el poder de la mostrenca moral católica, conservadora y pazguata provoca la existencia de idiotas a cascoporro-, me da convulsiones de risa.

Semejante necedad, tan alto y grotesco sinsentido hace que la maquinaria censora de Facebook, por ejemplo, no permita que veamos el cuerpo desnudo de la maja de Velázquez, o la mítica portada con el glorioso pecho de Marisol al aire en Interviú.

Y ahí quería llegar. La otra tarde, hablando del cierre inesperado de la revista cuyo cebo eran las portadas de mujeres en bolas pero de contenidos muy potentes en su interior, con reportajes, denuncias y periodismo de trinchera, Luis Rendueles, su subdirector, le comentaba en Más vale tarde a Mamen Mendizábal cómo se gestionaron algunas de sus portadas más emblemáticas. Y apareció la del primer hombre que ocupó la primera página, la de Jesús Vázquez, también en bolas, aunque sin verse las bolas, claro. Pero sí tenía el pecho al aire. Y como era horario de protección infantil, pechitos de don Jesús "pixelados".

Si se hace con las mujeres, se hace con los hombres. La mancha sobre su pecho fue como un puñetazo a una sociedad enferma, cínica y gilipollas.