La sociedad madurará cuando deje de conmemorar obsesivamente acontecimientos antagónicos como los atentados y las gestas deportivas. El gobernante despidiendo a los atletas de su país remeda la arenga a las tropas clásicas, pero sonroja al recordar que los combatientes se aprestan a disputar un partido de voleibol.

En la escena olímpica más próxima, el semblante de estupefacción de los seleccionados olímpicos despedidos por Rajoy exime de ulterior comentario. Sería injusto concluir que no sabían quién era el presidente del Gobierno, pero sus caras delataban que preferirían no saberlo y hallarse en otra parte. Su estado de ánimo no mejoró al escuchar de labios de su líder que la gloria de su "gran nación" se debe a que "está llena de españoles".

Como todo puede empeorar, el homenaje a los atletas olímpicos se complica al rendir tributo estatal a los atletas olímpicos dopados. La propuesta aportaría escenas descacharrantes a las sátiras sobre Corea del Norte a cargo de James Franco o de los creadores de South Park. El deporte siempre supera a la ficción, por lo que esta celebración de los esteroides ya ha tenido lugar, en un palacio tan acreditado como el Kremlin.

En Rusia se vuelve a demostrar que, para salir indemne del dopaje, no hay que drogar a un atleta aislado sino inyectar sustancias prohibidas al país entero. Vladimir Putin se ha sumado con su habitual inteligencia -es la palabra adecuada, no frunza el entrecejo- a la apoteosis de las competiciones farmacológicamente trucadas. Recibió en su residencia vitalicia a los atletas suspendidos.

La parodia a cargo del presidente ruso se transmite especularmente hacia los rituales protagonizados por los dirigentes de países libres de EPO. La ejemplaridad se transmuta en culpabilidad asumida. Putin ni siquiera discute la adicción química de sus atletas. Se limita a constatar desde la astucia que la competición queda lesionada sin remedio. "Una cosa es ganar compitiendo con tus pares, y otra competir con atletas que claramente no están a tu nivel".

Si este manifiesto olímpico se pronuncia junto a una llorosa Yelena Isinbayeva, el espectáculo supera a la mayoría de deportes exóticos con vitola olímpica. El oso y osado Putin completa su desafío con una competición paralela y equivalente a los Juegos Olímpicos del Dopaje. Dada la tendencia de la historia a repetirse, las Olimpiadas paralelas soviéticas ya se convocaron tras el boicot a Los Angeles´84, con Alberto Juantorena o Marita Koch en el palmarés.