No se bien cómo decir lo que quiero sin deslizarme por alguna mala pendiente, pero allá va. El clamor de gran parte de la inteligencia española festejando el supuesto renacer de nuestro orgullo nacional con motivo de la gloriosa gesta futbolística me parece patético. Es como si sólo vieran las señas de identidad españolas en gente embriagada de fervor envuelta en una bandera, y gritando "somos los mejores", o tonterías de más calibre. Del nacionalismo castizo español no podremos esperar nunca otra cosa que estupideces, cuando no barbaridades. La España de la que uno se puede sentir más orgulloso es la que desde 1977 lleva votando con talento pasmoso, dando lecciones inolvidables. Ese pueblo español, tan enorme cuando está sereno, es España. En estado de ebriedad ya es otra cosa, pues tiene mal vino, aunque la de estos días haya sido una borrachera simpática y entrañable.