Del pleno extraordinario de ayer se desprende una idea, una sola pese a que había tantos cerebros, algunos cualificados, en el hemiciclo: que consumir menos es un drama de tomo y lomo, así como una tragedia de padre y muy señor mío. Así pues, los representantes de la nación que alguna vez pensaron y dijeron que lo que falla es el modelo económico y social, es decir, el modelo de vida, ese modelo basado en el derroche, en lo superfluo y en lo innecesario, ese modelo que se ejemplifica tanto en los siete envoltorios de plástico con que los hiper ofrecen al consumidor medio kilo de sardinas ( y que lo convierten, por tanto en más consumidor de plástico, de petróleo, que de sardinas), como en los tres coches y cuatro teléfonos móviles de media por familia, esos representantes de la nación, digo, creen ahora que el problema radica en la mayor dificultad para adquirir, por su súbita carestía, esos plásticos, esos 4 por 4 para ir a buscar al niño al colegio, y esos móviles con los que se puede hacer de todo menos comunicarse telefónicamente, con claridad, con alguien.