Anoche maté a mi primera cucaracha del verano. Lo hice para no creer en Dios y maldecir a la ecocausa. En realidad, no sé qué inspiró el gesto ni la bravuconada. No hubo ultraje. Tampoco amenaza. No puedo decir, tan siquiera, que hablase mal de mis antepasados ni levantara las antenas para burlarse de mi tosquedad cenicienta de las tres de la mañana. De repente el mundo era mi zapatilla gravitando sobre sus sienes, en el caso de las que tuviera, y su huida ingenua y dulce como un bailarín en paro. Me convertí en opresor y ella en una canción de Auschwitz. Fue horrible. Matar a una cucaracha siempre es horrible. Pensé que mi pisotada no era un crimen, apelé a argumentos masivamente apelados. Insectos, me dije, hay muchos. Después recurrí al equilibrio entre las especies. Mi homicio era higiénico y fitosanitario, una proeza digna de condecoración y bebida gratis. Me acordé de Hitler y supe de inmediato que nadie me iba a dedicar una calle. Estuve un rato con cavilaciones semejantes y todas las justificaciones ganaban en parentesco con las teorías más abominables. Si trataba de esconderme en la supremacía del hombre, enseguida me veía como un mulato que defiende el apartheid o como un ignorante supino de los últimos hallazgos sobre el genoma humano. Sabemos muy poco de las cucarachas y está claro que los pisotadas hacen daño. Quién sabe si no emitió gritos imperceptibles ni fue velada por más gente en los recovecos del baño. Pensé en Gombrowicz, me acordé de su neurosis nada santa. Una vez estuvo en la playa y se apiadó de una cucaracha. La salvó, pero advirtió que toda una legión estaba en las mismas circunstancias, las patitas hacia el sol y sin poder atinar a dar un paso, en una forma de enredarse en sí mismas como sólo saben hacer los hombres y las cucarachas. Paró en la decimoquinta y no dejó de sufrir por la veintena que esperaban la gesta humanitaria. Mi caso es el mismo pero al revés. Maté una y empiezo a cansarme. Una pisotada, insisto hace daño. Los argumentos se dan la vuelta como cucarachas, ponen sus patitas al sol y enseguida le salen aliados. Zapatero dice que la crisis es opinable, asesinato cruel de cucaracha, y le llueven pretextos y eurocopas de España. También dice que la directiva de inmigración es progresista. Inmigrantes hay muchos, es por el equilibrio del país. Las insectos son buenos mientras alimenten a los pájaros, los inmigrantes son bienvenidos cuando hace falta alguien que se derrengue catorce horas en el trabajo. Si no, valen los insecticidas y no existe ni siquiera el derecho a un abogado. Como si los inmigrantes fueran cucarachas. Vote usted a la izquierda porque es más social y solidaria, puro relativismo de barraca. Cuando la economía aprieta y se baja en las encuestas de intención de voto, todos somos Acebes con cuerpo de espantapájaros. Para dar un pisotón, no es necesario tanto sueldo ni tantos cargos. Estar cansado tiene alas, se consolaba Luis Cernuda.