María Jesús Montero es la Consejera de Salud andaluza. Y el caso es que es una buena consejera. Ella es compañera de profesión de este su seguro servidor. Y yo, como defiendo a mis colegas porque la mayoría de ellos son excelentes profesionales que se juegan el pellejo todos los días en mil frentes para salvarle a usted y a mí, eso, el pellejo, también defiendo a la doctora Montero. Excuso decir que no entiendo el corporativismo como lo entiende la aristocracia política, la nobleza parlamentaria. Esta gente es de otra pasta. Yo no pido ningún tipo de inmunidad para un médico que se ha equivocado negligentemente, dolosamente. Digamos que para uno que se mete en un quirófano después de haberse trasegado seis güisquis. No conozco el caso, pero sí sé de un diputado en el Congreso al que la Guardia Civil le puso el soplómetro y no te quiero contar: que no sabe usted con quien está hablando, que usted no sabe quien soy yo, y monadas de esta índole y condición. Todavía estamos los ciudadanos a la espera del castigo correspondiente. Aunque en esta democracia española de la señorita pepis que padecemos, la pena a cumplimentar por este infractor debe ser para cuando las ranas críen pelos.

Andaba la doctora Montero tratando de darles una digna sanidad a los contribuyentes andaluces, cuando voces de crisis sonaron cerca del Guadalquivir. Mientras las portavocías del régimen se niegan a desempolvar la palabra crisis, los teléfonos y los faxes de las consejerías echan humo con la palabra recorte. Siempre es lo mismo: a la gleba se le cuenta una cosa y en los despachos de moqueta de medio metro se hace otra. Y claro es, recortar en el departamento de la doctora Montero es complicado, muy complicado. ¿Dónde ahorras? ¿En la compra de aparatos de radiodiagnóstico, en el programa de trasplantes, en la creación de unidades de cuidados intensivos pediátricos, en la terapia oncológica, en el seguimiento de los hemodializados? Pero chica, es que no te enteras, ya lo tenemos solucionado, ya lo hemos parido en nuestros despachos y en nuestras ponencias para el congreso del partido. Lo primero que tienes que hace es echar gente a troche y moche. Sin contemplaciones. Por ejemplo: en esos servicios en los que el plumillas Ordóñez ha estado hablando este fin de semana con sus jefes, y sin embargo amigos; ahí te quitas de en medio el veinticinco por ciento de los médicos. Esos chicos jóvenes que tan bien funcionan y llevan el cincuenta por ciento de la carga de trabajo del Servicio; esos, a la calle. En segundo lugar, espera un poco a que terminemos con el congreso y ya verás las soluciones que te vamos a dar; en este caso finales, no transitorias. Entre los que no vamos a dejar nacer ampliando la llamada ley del aborto y los que vamos a despedir para la otra vida en cuanto se pongan chochos y coñazos con el primor de ley de eutanasia, que naturalmente no vamos a llamar así, asunto arreglado. La reducción del gasto está asegurada. Aguantamos los embates de la crisis, esperamos tiempos mejores, le contamos a la gente que todo esto es muy progresista y muy moderno, y a seguir en el machito, hermana.

Para lo que no tenemos respuesta, María Jesús, es para los pesados de los malagueños que se han empeñado en lo del tercer hospital. Naturalmente que tienen razón, pero le han tocado tiempos de recorte a aquellos paletos. Tú a aguantar y a los malagueños que los zurzan. A lo mejor, cuando desarrollemos a fondo lo del aborto y lo de la eutanasia ya no hace falta el maldito tercer hospital. Mientras, ya sacaremos algo de la chistera. Por ejemplo que los obispos son unos tales y unos cuales. Estas maniobras de distracción siempre funcionan.