Si ha de abrirse un nuevo tiempo entre los dos grandes partidos nacionales, sería bueno que tuviera bases firmes en un tema crucial, el de la estructura del Estado. A la vista de lo visto, hoy resulta claro que haber abierto ese debate de forma unilateral, a espaldas del gran partido de la derecha, fue un error del Gobierno. De haberse logrado la redención de ETA a lo mejor se hablaría de acierto histórico, pero en política virtud y vicio van unidos a los resultados. Si de la experiencia fallida surge un pacto irrevocable, el de que cuanto afecte a la estructura del Estado es cosa de dos, y no de uno, lo sucedido no habrá sido en balde. Curados los fervores visionarios, la naturaleza de las cosas también lo demanda así: de igual modo que no cabe pedir a un partido nacionalista que renuncie a su objetivo final, un partido español no debería aceptar discutir sobre el suelo que pisa.