Cuando después de los resultados electorales que no le dieron al PSOE mayoría absoluta, el gobierno decidió andar solo (solo y a pie, como recomendaba san Ignacio), estaba poseído de la fortaleza que da la soledad a quien la busca. Y lo bueno de andar solo es que evitas las especulaciones sobre si los obstáculos que te encuentras en el camino son los propios o los que te interponen compañeros de viaje como ERC, por poner un ejemplo. Sin embargo, que el laico Zapatero vaya por ahí regalando biografías de Santa Teresa, que además de santa es una gran poeta española, y tal vez por lo uno y por lo otro la puso en manos de Ingrid Betancourt, no supone que se inspire en San Ignacio ni se sienta atraído por su milicia. Se suponía que Zapatero no buscaba la soledad, sino que para rehuirla trataba de recalar en posadas distintas según las estaciones del viaje, ya fueran las de CIU, las del PNV, las de la izquierda pequeña o la derecha grande. Es difícil, sin embargo, pasar por delante de las posadas, como quien no necesita auxilio, ignorando las llamadas que desde su interior te llegan, y esperar después que te abran las puertas y te den pan cuando has pasado de largo con aires de suficiente. Además, lo malo de caminar solo cuando necesitas de compañía para cumplir el viaje es que se pueda presumir que no conoces en qué condiciones viajas. Y esto último, como trasunto de una cierta pérdida del sentido de la realidad, es lo que se le supone al gobierno cuando, como ya sucedió, ante la petición de comparecencia del presidente en el Congreso, y ahora, con la llamada a comparecer a su vicepresidente económico, se resiste, cambia de posición cuando se ve vencido, y trata de vender la burra que nadie compra de que si fuera por su gusto estaría explicándose en el Congreso todo el día. Es posible que al ciudadano le traiga al pairo que vaya al Congreso por iniciativa propia o a rastras, que no creo que le traiga al pairo, pero lo malo es que se vislumbre en tiempos de tribulación cierta inestabilidad. Lo veremos cuando lleguen los presupuestos.

PD.- Si se transmite a los ciudadanos una percepción, no creo que de pasividad del gobierno, pero sí de ensimismamiento, se recogen los frutos que ha recogido el PSOE en las últimas encuestas. Piensan los encuestados, en abrumadora mayoría, que el gobierno no está en esta crisis económica a la altura de las circunstancias. Hace lo que puede, pero es inevitable la percepción de su debilidad. Ya reconoce al menos que el momento es difícil. En los momentos difíciles los amigos son menos. Y aunque la dificultad no es sólo del gobierno, que nos afecta a todos, y por eso no habrá fuerza política que reconozca que se aprovecha de ella, no nos engañemos: pescadores hay dispuestos a encontrar su ganancia en las aguas revueltas. Y partidos hay más dispuestos a defender lo suyo que lo nuestro. Parece que Mariano Rajoy quiere que la crisis sea la protagonista de su encuentro en La Moncloa con Zapatero y que Zapatero busca arreglar las instituciones. Está claro que Zapatero no podrá evitar que se hable de economía, ni debe tratar de hacerlo, pero Rajoy tendrá que evitar aprovecharse de la crisis económica para intentar no resolver la crisis institucional.