Debo pensar en toda la eurozona", dijo Trichet, y subió 1/4 los tipos, aún a sabiendas del desastre que sería para Irlanda y España. A los tres meses empezó a crujir de veras la economía de esos países, gracias a cuyo crecimiento anterior la eurozona había creado empleo durante una década. Se preguntó a Trichet de nuevo, y volvió a lo mismo: "No importan los países, cuenta Europa". Tres meses después la economía de Francia, Bélgica e Italia ya padecía el contagio, la de Alemania flaqueaba, y los países del Este se quedaban sin nuevas inversiones. Trichet seguía, fuera ya de sus casillas: "¡Lo que cuenta es Europa, no sus partes!". Algo después la economía de la eurozona entró en recesión. Entonces Trichet se quedó mudo, al caer de pronto en algo elemental, que un todo son sus partes. Las autoridades forzaron la puerta del BCE y llevaron a Trichet directamente al frenopático.