Cuando vi por la tele a los representes de Hezbolá y de Israel intercambiando cadáveres, creí que estaba soñando. Como no es raro que me trasponga al dejarme caer en el sofá, a veces confundo las noticias reales con disparates oníricos. ¿Por qué estaré soñando esta cosa tan rara, me preguntaba, tan macabra, tan enfermiza? ¿Qué me pasa, por Dios? Y no me pasaba nada, excepto que estaba viendo el telediario y el telediario adquiere con frecuencia una estructura idéntica a la de las pesadillas. Ahí estaban, pues, los representantes de uno y otro bando felicitándose por aquel extraño intercambio de cuerpos extintos. Entre los muertos introducían de vez en cuando algún vivo, pero no especificaron cuántos cadáveres costaba un cuerpo vivo. La locura que se percibía en la operación era de tal calibre que tampoco sería raro que los muertos salieran más caros. Si hay mucha demanda y poca oferta, lo lógico es que sea así.

Imaginé que estaba asistiendo a los comienzos de una actividad mercantil (o patriótica) que evolucionaría, lógicamente, con el tiempo. Si las cosas continuaran como hasta ahora, llegaría un momento en que trocearían los cadáveres. Te doy una mano a cambio de dos pies. O una cabeza a cambio de dos brazos. Acabarían poniendo precio a las vísceras de sus mártires respectivos. Dispondrían de almacenes de dedos, de narices, de orejas, de riñones, de huesos? Y una vez al año, coincidiendo con alguna fecha histórica, se reunirían para intercambiar órganos, extremidades, partes. Y nosotros lo veríamos en los telediarios comentando que aquello era un camino hacia la paz.

Hace meses detuvieron en una localidad murciana a un hombre de 35 años que caminaba por la calle con la cabeza de su madre debajo del brazo. Cuando los vecinos le preguntaban qué rayos era aquel bulto, respondía con naturalidad que la cabeza de su madre. Se trataba, claro, de un pobre demente que fue retirado de la circulación enseguida. Llamaba la atención por su excepcionalidad. Si todo el mundo fuera con la cabeza de su madre debajo del brazo, nos parecería normal. Y eso es lo que ocurría con el intercambio de cadáveres al que nos referíamos más arriba. Perro mundo.