Por no sé qué capricho del tiempo, de la historia, o de la condición humana, cada par de generaciones se topa de repente con un apretón de las condiciones de vida que pone a los que tienen que ir tirando del carro contra las cuerdas. En los dos últimos siglos, sin contar los años que llevamos ya consumidos de este primer decenio del XXI, ha venido siendo así. Crisis de tipo revolucionario o de tipo ideológico a lo largo y a lo ancho del XIX, que llega a su final con esa pugna entre la mentalidad religiosa tradicional que veía en el modernismo poco menos que los cuernos de no sé qué diablos. Y crisis económicas que daban paso a guerras de mayor o menor calibre, con las dos grandes guerras al frente, pero sin que nos olvidemos de todas las demás, durante el pasado siglo XX. ¿Cosas del destino, de los desajustes de una sociedad que alberga en su seno muy notables, (¡y graves!), injusticias, o la mera manera de respirar (por así decirlo, y que los pulmones me disculpen) del sistema? Queremos ahora decir el sistema capitalista.

No sé qué ´leerá´ el historiador en estos arreones, pero me temo que lo último que se ha apuntado tiene un as en la manga y podría ser lo que se llevara la mano: el sistema capitalista necesita, por su propia naturaleza, ganadores y perdedores, vencedores y vencidos, y su concepción del mundo, estrictamente ceñida a la noción de hacer del tiempo oro y divisas fuertes, así de entrada parece la respuesta más inmediata y con mayor entidad explicativa del condenado "fenómeno crítico" a que nos hemos referido al principio de todo. Pero eso tiene que cambiar.

Hoy, ahora, la sociedad está contra las cuerdas y aunque queramos buscar cuanto antes a los responsables de los desaguisados que nos han hecho añicos, y en muy pocos años, todo aquello de la sociedad del bienestar y otras semejantes monsergas, la verdad de las cosas y de sus causas más hondas no está debajo de la chistera de un prestidigitador afiliado a tal o cual corriente de pensamiento o sigla de partido político. Decir ´la culpa es de Fulano´, o ´Mengano es quien primero metió la pata´ es una solemne estupidez, si es que hay solemnidad en eso, en la estupidez. Y sobre ello, es no saber siquiera pararse a pensar en cómo es el devenir de las cosas bajo los esquemas de fondo de un determinado sistema, el del capitalismo sin límites ni barreras.

El sistema capitalista. El único que hoy por hoy ha impuesto su ley contra viento y marea. Un sistema que por cierto suscriben, en EEUU tanto demócratas como republicanos. A nivel mundial, incluso China que ha heredado el ´imperio´ maoísta. Y dentro de los muros de la patria nuestra, tanto el PP como el PSOE. Con matices, de acuerdo. Pero sin excesos de fisuras en la gestión total.

Y es el caso que lo que hoy quisiera dejar como sobrevolando por cuanto escribo es que hemos de ir convenciéndonos de que este mismo sistema, el capitalista, que por sus excesos nos ha situado y sitúa al mundo en las condiciones intolerables de vida en que se encuentra, este mismo sistema, insisto, con sus correcciones y recursos, con un giro sensible de orientación y maneras de acción y de gestión de las cosas en su conjunto, es el que ha de sacarnos a río abierto, dejados atrás los desfiladeros y antes dichos cahorros, y recomenzar lo que nunca debió perderse en el camino: una visión humanista que integre a todos en el avance y los movimientos de la historia y las sociedades. Cambios de conciencia habrán de avecinarse. O eso, o el caos.