El presidente del Gobierno sigue con la resaca de esa macro-celebración de los cien días, donde los suyos le han elevado un nivel por encima del común de los mortales, situándole en el camino de la levitación. Dicen que la cosa no pudo ser más inoportuna teniendo en cuenta que el ´festorro´ coincidió con el entierro de nuestro querido ´superávit´, ése que le ha dado oxígeno al Gobierno para mantener el discurso de que la buena gestión de las vacas gordas nos permitían sobrevivir a las vacas flacas. ¡Mal asunto cuanto la gran fiesta coincide con un funeral! y peor aún cuando en vez guardar la discreción durante el duelo la cosa se intenta tapar con un ´macrobotellón´, de esos que molestan incluso a los más cercanos.

Tengo un amigo que dice que el problema de Aznar es que tuvo una borrachera de votos y ni supo administrar la resaca, ni intentó disimularla con la austeridad del castellano viejo. Es cierto que al presidente del PP la mayoría absoluta se le pudo subir a la cabeza y con el subidón se creyó que era un super héroe capaz de salvar al mundo. Zapatero no ha tenido la suerte de que las urnas le dieran una sobredosis pero da la sensación de que puede estar afectado del mismo mal. Sólo así se entiende que en plena crisis, con un desempleo imparable, las cuentas en déficits, la afiliación de la Seguridad Social cayendo, el Euribor disparado y el consumo desplomándose, el cuerpo les pida juerga a los socialistas. ¿Celebrar qué?.

Dicen los expertos en psicología que cuando hay una pérdida personal importante es necesario pasar el duelo. Nadie puede salir del ´sitio oscuro´ sino acepta la muerte. Algo así le ocurre al inquilino de la Moncloa... Se niega a aceptar que la etapa de vino y rosas ha muerto y en vez de guardar el duelo correspondiente se da un homenaje para que todos crean que han sido cien días de gloria. Rajoy ha dicho que a Zapatero "se le ha acabado vivir del cuento". Y lo peor que nos puede pasar es que nos ocurra como a la protagonista de la fábula de la lechera, que de tanto soñar y soñar terminó derramando la leche y quedándose con las manos vacías y las esperanzas rotas. Alguien debería aplicarse de inmediato la moraleja.