Érase una vez un país que crecía mucho, que mejoraba su bienestar y que reducía el paro a sus cotas más bajas en 30 años. En un alarde de optimismo, su presidente afirmó que el país entraría en la Champions League de las economías. Pero... las cosas se torcieron. El motor que impulsaba a la economía (la construcción) se paró: varias empresas se desplomaron en Bolsa; más tarde, no afrontaron sus deudas, lo que generó concursos de acreedores, lo que provocó un aumento del paro? Para paliar el derrumbe, el país recurría a costumbres más propias de la picaresca que de la ética calvinista del Norte. Así, aunque se dijo que no se inyectaría dinero público para salvar empresas, en la práctica, alguna (con padrinos políticos y económicos) capeaba el temporal... pero, además, de golpe (¿de golpe?) el país se dio cuenta de que tenía una enorme dependencia financiera exterior; de que generaba productos con poco valor añadido; de que empleaba una fuerza laboral poco cualificada y de escasa productividad (ya que a las empresas no les compensaba invertir en mejoras tecnológicas)? y, entonces, empezó un cambio de discurso entre los que saben. Se pasó de la ´desaceleración´ a admitir la ´crisis´ y comenzó una carrera para pedir nuevos Pactos de la Moncloa, como en los 70. Si la cosa no era grave, ¿para qué debían reeditarse unos acuerdos que se hicieron en momentos excepcionales? El final no está escrito.

PD. "El encantamiento preventivo exigía que todas las personas importantes repitieran (?) que una catástrofe semejante (el fin de la prosperidad) no ocurriría.

Explicaron entonces que la Bolsa era la espuma, y que la verdadera sustancia de la vida económica, que eran la producción, el gasto y el empleo no serían afectados". No, no es una referencia a ZP. Era J. K. Galbraith, al narrar el crack del 29.