No podemos pasarnos la vida hablando mal de las palabras: la responsabilidad es de quienes las usamos. Si deformamos su sentido a sabiendas se nos podría acusar de prevaricación. Un vulgar ejemplo de esta extendida forma de prevaricación: un soldado israelí que cae en manos de una grupo palestino no es un prisionero sino un ´secuestrado´; inversamente, un palestino que, por resistirse al invasor, pasa muchos años en una cárcel de Israel, no es un prisionero sino un ´terrorista´ detenido.

Acaba de ser detenido Karadzic, uno de los responsables de las llamadas ´limpiezas étnicas´ ocurridas durante el proceso de acoso y derribo de Yugoslavia. Está acusado de genocidio pero en estas cosas también deberíamos ser cuidadosos con las palabras. ¿Cuántos muertos son una ´matanza´, cuántos una ´masacre´, cuántos un ´genocidio´?

No se le puede dar la misma consideración a cualquiera que defienda a uno, entre dos bandos en pugna (en cualquier lugar del planeta), bando cuya actuación puede culminar con ataques y muertes? No se le puede comparar, digo, con quienes intervienen en la ´cadena de responsabilidades´ de esos ataques y muertes. Sólo éstos últimos serán responsables directos. Lo contrario representaría, en muchas ocasiones, juzgar a un pueblo entero? ¿cuál pueblo está en condiciones de ´tirar la primera piedra´?

Pero, ya se sabe, el primer requisito de un sistema de justicia es que todos seamos iguales ante la ley. Si la Justicia viene con distintas varas, ya no es tal.

Bien puede decirse (como se decía de las madres antes de los bebé-probeta) que ´Justicia hay una sola´. No podemos imaginar una Justicia -así, con mayúsculas, definiendo un principio y no designando a un sistema institucional- que nos permita ver ingresar a la cárcel por una puerta a un acusado, mientras otro acusado -por los mismos delitos, bajo el mismo nivel de sospecha, etc.- sale libre por la otra puerta. Para decirlo crudamente: ¿pueden entrar a la cárcel por una puerta los ´presuntos´ de Estepona mientras salen por la otra los ´presuntos´ de Marbella? ¿Lo admitiríamos? ¿Sería esa una auténtica Justicia?

Con todos mis respetos para los ´jueces justicieros´ -valga el pleonasmo- y los tribunales penales internacionales, los responsables de matanzas como las producidas por la invasión y los bombardeos de Irak, por ejemplo, deben ser juzgados en paralelo a los que tiraron de cada trozo de Yugoslavia. Y aquellos con más motivos que éstos. Porque es seguro que encontraríamos razones, por ejemplo, para defender la unidad de España contra cualquier separatismo? y no admitiríamos que nada de lo que se hiciera en tal contexto pudiera compararse, por ejemplo, con una invasión por el ejército español de (pongamos cualquier lugar más o menos lejano) ? Albania?o Mozambique, con la intención de controlar unos yacimientos de petróleo?. (y está claro que cualquiera de esos destinos es para nosotros menos exótico que lo era Irak para los norteamericanos).

Y si miramos el caso de Afganistán, la pregunta es obligada: ¿quién ha llamado, ni a Estados Unidos, ni a ninguno de sus aliados -incluida España- a expulsar a los talibán, también a base de bombardeos y una invasión en toda regla? Por mucho que se quiera poner por delante el nombre de la ONU, la realidad no cambia: ¿qué pintan los ejércitos occidentales en Afganistán? ¿A quien fueron a salvar? ¿Querían -¿quieren?- ´ellos´ ser salvados por ´nosotros´? ¿Quiénes serán -quienes son- los responsables políticos de la matanza de iraquíes o de afganos? ¿Quiénes responderán por ellas ante cuáles tribunales internacionales? Y aquí la existencia de una guerra no puede utilizarse para justificar determinadas acciones: al contrario, la existencia de la guerra es un agravante porque el ataque ha sido responsabilidad única y exclusiva de los invasores.