La falta de una política cultural clara, potente, definida, más allá de las presentaciones de libros o la inauguración de una exposición, hace que sucedan situaciones esperpénticas como la protagonizada, durante más de dos años, por el Ayuntamiento y el colectivo ´Casa Invisible´. Si los políticos o los que fungen de ellos, no tienen claro el tema cultural, es lógico que los ciudadanos se propongan sustituirlos. Si los que nos representan no lo hacen como se espera, surgen iniciativas que los sustituyen. La democracia participativa es así: rápida y dura.

Una casa estupenda, vieja, abandonada en pleno centro de la ciudad, sin proyecto, es ideal para instalarse y comenzar a desarrollar actividades culturales al margen de la programación oficial. El colectivo se reúne y toma la casa. Habrán recordado el cuento de Cortázar, ´Casa tomada´. Declaran sus intenciones y comienzan a realizar actos culturales, sus convocatorias tienen eco mediático y de su público porque se ubican a la izquierda del ala progresista, como toda nueva manifestación cultural que se respete a sí misma.

Enseguida, las autoridades se reúnen con ellos. Entre el ´hay que salir de aquí´ y ´el nos quedamos´, se suceden los meses. El Ayuntamiento invita a las conversaciones a las otras dos instituciones: la Junta y la Diputación. En principio estas miran para otro lado. Se les exige a los ´invisibles´ que se constituyan en una Fundación para dar legalidad a la posibilidad de subsidios y, con la participación indispensable de las otras instancias públicas, darle un marco de legalidad posible a la ocupación ilegal. El Ayuntamiento les ofrece otro espacio, ´no, gracias, nos quedamos en el Centro´. No hay acuerdo, pasan los meses y, tras dos años y medio, se les viene encima el desalojo por vía judicial.

A última hora, el viernes pasado, Junta y Diputación les anuncian que podrían incorporarse al proyecto con algún apoyo financiero. La luz aparece al final de la invisibilidad. Falta precisar los detalles: cuánto aportarán las dos instituciones públicas, qué condiciones de ocupación establecerá el propietario de la casa, el Ayuntamiento y la constitución de la Fundación por parte de los invisibles. "La ocupación no es un fin sino un medio, tenemos muy claro que hemos cometido un acto ilegal…", ha dicho su portavoz, Santiago Fernández. Pero como el fin justifica los medios, según Lenin, la Casa Invisible, finalmente cumplirá con éxito su objetivo.

Esto era un final cantando. Los invisibles están por ganarle el pulso al Ayuntamiento. Los colectivos perderán un poco de su actitud anarquista, constituyéndose en Fundación legalizada, obtendrán los beneficios del sistema y seguirán instalados en la casa que tomaron. Al final, la historia enseña lecciones, no en vano se tomó La Bastilla, que era el símbolo del oprobio contra el pueblo. Después vino el Terror, Napoleón con su imperio y, finalmente, la República. Los invisibles no llegarán a tanto, pero ahí queda el gesto, la empresa de otra cultura posible hecha realidad. Tomen nota las autoridades electas. No se les da el voto para que repartan flores en este Mare Nostrum.