Se autocalifica Díaz Ferrán con sus propias obras de una manera tan perfecta, tan cabal, que sería innecesario añadir más nada. Éste Gerardo Díaz Ferrán al que casi todo el mundo debe llamar reverentemente Don Gerardo, es ese empresario modélico que, por serlo, representa desde la cúpula de la CEOE a todos los demás empresarios modélicos, y los representa tan bien, tan a entera satisfacción de sus pares, que cuando hace unas semanas comenzó a revelarse en todo su espesor su inepcia como empresario y sus pufetes, le rogaron encarecidamente que no dimitiera, que qué tontería.

No cabe duda, por lo demás, de que éste Díaz Ferrán es un empresario emblemático y altamente representativo de los colegas, tan abundantes en España, cuyo norte no parece ser el de crear riqueza, reservándose la crecida parte que les correspondería por ello, sino el de hacerse ricos, inmensamente ricos, de forma inversamente proporcional al empobrecimiento de sus trabajadores. Ocho meses sin cobrar la nómina, cual les sucede a muchos de sus empleados en Air Comet, la aerolínea a la que un juez británico ha retirado la licencia operativa por no pagar a los acreedores, hablan, en efecto, de un empobrecimiento brutal.

Pero incluso dejando a un lado sus historias con Cajamadrid (a la que debe un dineral, siendo encima, según creo, consejero de ella) y sus otras historias para no dormir, la defunción de Air Comet tiene éstos días un epílogo terrible: la mayoría de los pasajeros que pagaron sus vuelos a Díaz Ferrán, y que en vísperas de Navidad se encontraron tirados y sin avión en el aeropuerto de Barajas, son inmigrantes sudamericanos que con muchas fatigas han ido reuniendo el precio del pasaje para pasar éstos días en casa, con los suyos, tras años de obligada ausencia. Éste Díaz Ferrán que se presentó hace poco en el programa ´Tengo una pregunta para usted´ como redentor casi de la clase trabajadora y, desde luego, como un tío que sabe la fórmula para salir de la crisis, deja tras sí una estela, a lo que se ve, devastadora. Habrá quién le llame Don Gerardo, pero algún juez de lo social debería, tal vez, llamarle otra cosa.