Según la última casta de opinantes –los analistas del rugido de los analistas financieros globales– los mercados vienen a ser como una jauría de lobos, que eligen a una víctima (por ejemplo un cervatillo), la acosan, le mordisquean las patas, logran derribarla, y luego se ceban en su carne y sus vísceras, hasta quedar ahitos. En medio de esos ataques, el cervatillo Bambi ha hecho una maravillosa proclama moral en el famoso desayuno de oración de Washington, un mensaje de tolerancia política y social que pone los pelos de punta de tan bello, digno y entero. Para los mercados, sin embargo, eso no hace más que acreditar la naturaleza del cervatillo, e incluso lo apetecible que resulta, pues si además de mostrarse frágil en cosa de dirección económica anda por el mundo predicando con citas bíblicas que no hay que abusar del asalariado, al apetito de la manada de lobos se añadirá su furia.