Llevan razón en todo los debeladores de Feijóo a cuenta de su disparatada visita al Papa de Roma, salvo en una cosa: una novia también es, cual presentó a la suya el presidente gallego en las salas palaciales del Vaticano, una ´colaboradora´, de igual modo que un novio (estoy por decir: como dios manda) colabora también lo suyo en el bienestar de su pareja. Según parece, el presidente de la Xunta de Galicia se adosó al séquito diocesano del Arzobispo, señor Barro, en la audiencia que a éste le concedió el pasado 22 de febrero Benedicto XVI, pero, por si tamaña conculcación de la preeminencia del poder civil sobre cualesquiera otros, religiosos o militares, no fuera suficiente, el señor Feijóo llevaba adosada, a su vez, a la novia, una distinguida señorita que atiende al nombre de Carmen Gámir, aunque familiarmente también, al parecer, al de ´Chiny´.

Por supuesto que nadie entra, a excepción de los eclesiásticos admirablemente representados en éste caso por el Sumo Pontífice y por el Arzobispo Barrio, en si, no estando casados (ya sí hay que decir: como Dios manda), pernoctaron juntos, caso, naturalmente, de que hicieran noche en la Ciudad Eterna, pero en lo que sí entra un montón de gente es en la circunstancia de que Feijóo colara de matute a su prometida en calidad de ´colaboradora´. También entran muchos, o cuando menos aquellos que se niegan a ser bultos y aspiran a la superior condición de ciudadanos, en la cuestión de quién pagó el viaje a la pareja, y, desde luego, en la de qué demonios hacía el presidente de una Comunidad en el séquito de un Arzobispo.

Ahora bien; todo ello no empece para considerar injusta la imputación a Feijóo de considerar a su novia como una ´colaboradora´ si ella se deja. Es más; es de lo único que es injusto acusarle. Si reconocemos a Feijóo el libre albedrío, que cómo no se lo vamos a reconocer, habrá que respetar que llame a su novia como quiera, bien que con su anuencia como queda dicho. Los novios se llaman muchas cosas, y eso es cosa suya. Al contrario que los dineros públicos y el decoro de las instituciones, que eso es cosa nuestra.